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rafael / sánchez Saus

Y ahora el incesto

ESCRIBIÓ una vez Eugenio d'Ors que allí donde no llegaba el tañido de las campanas de una iglesia se agazapaba la sombra del incesto. Se refería d'Ors a esas aldeas perdidas y sórdidas, donde la civilización se difuminaba no ya en favor de la barbarie, incluso de la mera animalidad. Un mundo bestial que podíamos creer desaparecido, y ciertamente lo está en sus rasgos atávicos, pero que no por casualidad renace precisamente ahora, cuando en la conciencia de Occidente se apaga el sonar de las campanas. El incesto, el límite ante el que se detuvo la horda primitiva porque sin ese tabú no es posible la sociedad humana, ha sido brutalmente exhibido y aplaudido en una televisión que, eso sí, se ha encargado de revestirlo de los ropajes hoy infaltables en toda operación de demolición moral de las gentes.

Telecinco, la cadena que, no lo olvidemos, lidera las preferencias de los españoles, acaba de presentarnos en uno de esos programas vomitivos que son marca de la casa a Ana y Dani, hermanos de padre, quienes hicieron pública su relación como "novios" en medio de los aplausos del público presente y jaleados por la presentadora. En cualquier país medio normal todos los protagonistas, más el director del programa, hubieran acabado el día en comisaría y la Fiscalía estaría indagando el caso, pero España hace mucho que dejó de ser un verdadero Estado de Derecho en todo lo que se refiere al respeto elemental de las normas que protegen a la sociedad de los desaprensivos. No es extraño que nos hayamos convertido a los ojos del mundo en un país de frikis en el que todo desatino es posible. Y si no lo creen, vean cómo ha recogido la prensa internacional el suceso.

La sociedad española, que lleva cuatro meses pendientes de los inanes avatares de un póquer de políticos fracasados, debería plantearse muy seriamente hacia dónde va siendo inexorablemente conducida y el papel que en su degradación están jugando unos medios de comunicación que, no lo olvidemos, son concesiones del Estado. Como ha escrito a este propósito Víctor Gago en Actuall, "la masificación de lo deforme, lo siniestro o lo bizarro es la caricatura de una sociedad plural y liberada que, curiosamente, nunca se pregunta por el tinglado de una televisión monopolística y servil". La telebasura no es un divertimento ni una anomalía, sino la punta de lanza del envilecimiento social.

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