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El alcalde que usted lleva dentro

CUANDO éramos una patria futbolera de vanas euforias que naufragaban en los cuartos de final, se decía que todos los españoles llevábamos dentro un seleccionador nacional para confeccionar una alineación distinta. Generalización que obviaba a los millones de españoles felices de tener aficiones distintas a la balompédica. Desde que lo ganamos todo al apostar más por el talento que por lo racial, hiberna ese otro yo ávido de polemizar y adoctrinar. Sevilla está repleta de seleccionadores de su identidad, que pontifican cómo es la ciudad y a qué debe jugar. Se enzarzan en discusiones para definir lo sevillano y la sevillanía, se riza el rizo sobre el perfil de los llamados a encarnar su representación desde la defensa, el ataque o a la contra.

Estamos en la fase de ínfulas fracasadas y goles en propia meta, de eliminaciones y retroceso en la liga de las ciudades, de golpes de pecho y derrotismos. El alcalde que muchos sevillanos llevan dentro está inquieto y desorientado, desea salir a la banda para dar instrucciones y ha de aguardar expectante si sus convicciones son ratificadas o enmendadas por las primeras medidas que firme Juan Ignacio Zoido como alcalde de Sevilla por la gracia de los votos que le han otorgado la primera mayoría absoluta a un partido de derechas, pero cuya campaña estaba encarnada por un comerciante de Su Eminencia.

En su discurso de investidura, Zoido adoptó un tono estrictamente institucional, de juez sin prisas para ser juez y parte, por lo que el gesto político más llamativo fue la ausencia de Monteseirín, el mejor aliado del PP, Zapatero al margen, para cosecharles votos a raudales. Pero esa ayuda, y la de Fran Fernández haciendo el rídículo en el túnel de Los Arcos, llegó a su fin. Zoido ya es el alcalde tanto de las ilusiones como de los problemas, de los votos y de los atascos. Desvelar la herencia recibida va a ser la canción del verano para apuntalar su credibilidad y la justicia de su elección. Pero lo importante es el tic tac del reloj de su mandato, hora a hora, día a día, tiene que demostrar cuál es el alcalde que lleva dentro. Cuánto acierta y cuánto se equivoca.

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