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La crónica económica

Gumersindo Ruiz

El año que termina

EN un artículo con este mismo título, hace un año, decía que las amenazas sobre los mercados no llegaban a materializarse. La situación, un año después, es radicalmente distinta. En primer lugar, la crisis de confianza en los mercados de crédito y deuda tiene unas dimensiones que no eran previsibles; es verdad que los excesos en el crédito y el endeudamiento, el desprecio del riesgo aceptando diferenciales e intereses no acordes con el mismo, son cuestiones que hemos puesto de manifiesto repetidamente, pero aun así no sabíamos en qué momento ni cómo iban a romper.

Los bancos centrales tratan ahora de mantener el tipo al que se prestan los bancos dentro de sus objetivos (el 4 por ciento en el caso del Banco Central Europeo, frente a casi un punto más que se da en el mercado) y se han convertido en intermediarios que compran el dinero a unos bancos privados y lo prestan a otros, ya que entre ellos no se fían de hacerlo directamente; además, crean y facilitan liquidez al sistema. Hemos presenciado el deterioro de la banca de inversión y conocido sus posicionamientos inverosímiles en estructuras que se financian a corto plazo con papel comercial e invierten a largo; independientemente de la calidad de los activos subyacentes, esta irresponsable forma de financiación está en la raíz de los problemas y trastornos que estamos padeciendo.

Sin embargo, aunque la digestión de los excesos será larga, no debería ser una amenaza seria para la economía real; un menor crecimiento puede considerarse razonable, teniendo en cuenta las cifras de la última década. Hay también una mejora de la balanza de pagos norteamericana y de su déficit presupuestario, y un aumento del ahorro, lo que representa la cara positiva de la depreciación del dólar. El encarecimiento del petróleo y las materias primas y de los alimentos es lógico, dada la fuerte demanda de los países emergentes, que han visto en los últimos años mejorar su nivel de vida.

En España, en 2007, por fin se cambia la tendencia del insostenible crecimiento de la actividad inmobiliaria y el crédito que la acompaña. ¿Qué sectores tomarán el relevo? Para mí este año marcará una inflexión en la relación entre lo público y lo privado, no sólo por el papel que han tenido que tomar los bancos centrales, sino en el cambio de ahorro y consumo privado por público, al recibir el sector público una fuerte demanda de actuación, propia de épocas de crisis.

En los mercados, el hecho más destacable es que la renta fija, sobre todo privada, ya no se considera un refugio seguro y la sustituye la bolsa; los inversores quieren tomar posiciones de control en sociedades y compran, abandonando los bonos de deuda. Hay una pérdida general de confianza, pero no en la empresa. Esto explica que el índice mundial bursátil supere el 11 por ciento, siendo algo más del 8 el de las economías desarrolladas y casi un 40 por ciento las ganancias en las emergentes.

Estos tres grandes temas: crisis en el mercado de créditos y deuda, cambio en la situación de la economía (sobre todo vivienda), y pujanza del mercado de valores y de la empresa, son las características del año que termina y, desde luego, marcan importantes diferencias con respecto a los últimos.

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