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la tribuna económica

Rogelio / Velasco /

Una aritmética fiscal desagradable

ESTACIÓN de gasolina en Malmoe, Suecia. Después de cruzar el espectacular puente que une al país escandinavo con Dinamarca y el continente (construido por Dragados en Cádiz), llenamos el depósito de gasolina y compramos un paquete de cigarrillos. Llenar el depósito nos cuesta al cambio 91 euros y el paquete de tabaco 11. Esto representa una diferencia con los mismos productos comprados en España del 27% y 190%, respectivamente. No elegimos el mejor caso para comparar las diferencias de precios de productos regulados por los gobiernos. Si elegimos Dinamarca, Reino Unido y otros europeos, encontraremos enormes diferencias entre los precios de la energía, el tabaco y el alcohol de nuestro país respecto de la UE. Los datos indican que los consumidores españoles soportan la menor presión fiscal indirecta de toda la UE.

Tiene sentido, en consecuencia, la recomendación que recientemente la Comisión ha realizado al gobierno español para que eleve la presión fiscal indirecta. La recomendación, en realidad, no paraba aquí y no representaba un incremento global de la presión fiscal, puesto que, en compensación, también recomendaba una reducción de las cotizaciones sociales. Esto es, se trata de medidas por el lado de la oferta y de la demanda, para estimular a la primera -abaratando los costes no salariales- y aumentar la contribución de la demanda de consumo a la recaudación de impuestos. En su intervención de ayer en el Senado, Zapatero volvió a negar que el gobierno vaya a realizarlo.

Este tipo de medidas van a ser inevitables. No podemos tener una estructura fiscal indirecta muy diferente a la de nuestros principales socios comerciales, por la diferente asignación de recursos que representa que son perjudiciales para el crecimiento y el empleo.

Además, hay otras razones que en plena crisis son de la mayor importancia. La mayor restricción que atenaza a la recuperación en la actualidad es la falta de financiación. Como sabemos, esa restricción proviene de fuentes externas, de bancos europeos que han financiado el crecimiento de los últimos años. Estamos realizando un gran esfuerzo para ir devolviendo los recursos prestados. En el año 2007, el déficit por cuenta corriente alcanzó nada menos que el 9,7% del PIB. El pasado año se redujo hasta el 3,9%. Una impresionante reducción en tan poco tiempo. En particular, el déficit no energético se redujo del 6% al 1,5% del PIB en el mismo periodo, gracias al gran comportamiento de las empresas españolas exportadoras. Sin embargo, en plena crisis el déficit por cuenta corriente energético fue del 3% y con unos precios de petróleo relativamente bajos. En la medida en que volvamos a crecer volveremos a transferir alrededor del 4% de nuestro PIB al resto del mundo por las importaciones de energía.

Sin debatir sobre renovables o no renovables, la energía importada representa una fuerte restricción para el crecimiento, porque tenemos que financiar el déficit en una época de escasos recursos. La imposición indirecta es un poderoso recurso que el gobierno debería utilizar para gravar la electricidad, la gasolina, el gas, el tabaco y el alcohol. Tenemos que aceptar los costes de ser un país europeo.

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