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La ciudad y los días

carlos / colón

El ascenso del lepenismo

Aquienes tengan la amabilidad y la paciencia de leer La ciudad y los días de vez en cuando, les sonarán estas palabras: "Los votantes del Frente Nacional no son extraterrestres: son franceses de todo el espectro social (inmigrantes incluidos). El ascenso del lepenismo -como el de los demás populismos de derecha e izquierda en Europa- denota un malestar de fondo que no se resuelve con descalificaciones, rasgado de vestiduras ni "cordones sanitarios". Marine Le Pen ha dado muestras de inteligencia y olfato. Su mensaje proteccionista, antiliberal y antieuropeísta apela a los miedos. La mejor manera de combatirlo es atender las inquietudes ciudadanas y abordar los problemas -paro, inseguridad o integración- con realismo y sensatez". ¿Les suena?

Hasta ayer quien sostenía esta realista y democrática opinión era tachado de xenófobo por la casta progresista (cada día recuerdo más a Américo Castro y su Cervantes y los casticismos españoles). Pero desde ayer ya puede decirse sin incurrir en xenofobia: la cita pertenece al editorial de El País titulado Lecciones francesas. Nihil Obstat.

Muchas veces se ha llamado en esta modesta columna la atención sobre la voluntaria ceguera de las fuerzas democráticas españolas -sobre todo de izquierdas- para con estos problemas "reales" que afectan a muchos ciudadanos "reales" que acabarán no votando o haciéndolo (como en Francia, Holanda o Suecia) a partidos populistas de extrema derecha (crecientes) o de extrema izquierda (de momento prefieren la violencia callejera más o menos disimulada tras reivindicaciones vecinales o manifestaciones de todo tipo, aunque en España está naciendo uno) que los afronten y les ofrezcan soluciones "reales", por rechazables que sean.

La derecha por miedo a ser tachada de xenófoba y fascista, cosa que ciertamente la izquierda hace con alegre irresponsabilidad, y ésta por miedo a parecer derecha y por estar presa de su propio discurso ilusorio, poco hacen para afrontar los problemas que agobian a muchos ciudadanos. La lección francesa es simple: reconocer la existencia de graves problemas ligados al paro, la marginación, la inseguridad o la integración de los inmigrantes; y buscarles soluciones democráticas. Para eso se necesitan políticos como Manuel Valls, "un hombre pragmático y alejado del sectarismo".

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