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José Ignacio Rufino / Economia&empleo@grupojoly.com

Las brechas que no cesan

Rajoy empieza a oler como político tras emerger como un delegado territorial de la insensible troika

LA brecha entre la opinión pública y los políticos no hace sino crecer. La gente descubre que la economía no tiene grandes secretos ni insondables misterios. Es más, el ciudadano medio descubre que la economía -la política económica- es un blandiblú, una masa algo informe que se puede moldear de un día para otro, e incluso una sucesión de medidas precipitadas y en buena parte incoherentes. Por no decir nocivas: la subida del IVA es un palo en la nuca al enfermo, una medida impuesta por Bruselas, el BCE y el Eurogrupo, instancias eurócratas a quienes queda lejos la pobreza a la que lleva esa medida mil veces negada por el Partido Popular. Por su parte, el recorte en la duración de la prestación por desempleo es básicamente injusto y malpensado, aunque es una medida que prende con ardor en el ciudadano más halconero, el que tiene un negocio que sobrevive o un trabajo aparentemente estable y, de momento, no percibe el olor de su propio desempleo. Pero también es torpe: no hay economía para absorber a esos parados, ni mucho menos financiación ni apoyos posibles para que se lo monten por su cuenta una vez liquidado su periodo de prestación. Gente que irá de cabeza a la precariedad y el chapú de la economía sumergida de los desheredados (recordemos que buena parte de la economía sumergida y la mayor parte del fraude fiscal menos criminal se origina en las empresas, y no en las pequeñas).

Y, abriendo brecha también sin pausa, las formas, las pésimas formas que ha demostrado el partido del Gobierno cada vez que ha podido en esta semana. ¿Qué tipo, no ya de demócrata, sino de persona puede ser una mujer que grita "que se jodan" en pleno hemiciclo, al escuchar las protestas por el anuncio del recorte de la duración del paro? ¿Qué valores tiene esa política de estirpe? ¿Podemos confiar en gente así? ¿O debemos joderla a ella, por niñata? Por otra parte, ¿a qué viene tanto y tan encendido aplauso ante el tremendo anuncio del presidente del Gobierno el miércoles, incluso si consideráramos que son medidas necesarias o inevitables? Se aplaude a los toreros vivos y hasta a los muertos, no al encargado del despiece. Aunque sea por respeto. Qué fatua soberbia de clan. (Para quienes cualquier ataque a "lo suyo" es una muestra de partidismo, cabe decir que la respuesta de la oposición por boca de un melifluo Rubalcaba -henchido de responsable estadismo- fue aún más decepcionante si cabe. Toda la pinta de que sabe que la actual presidencia está comenzando a oler mal. Y quiere Rubalcaba erigirse en la alternativa moderada con gran sentido de Estado. Ja, ja.)

Y otra brecha: España es un satélite económico y político, teledirigido. El presidente votado masiva y mayoritariamente por los españoles, Rajoy, se ha convertido en lo que en Organización se llama un rol de enlace, un delegado, un mandado. Como Monti, pero con votos. ¿Para qué los votos, entonces, nos preguntamos? Un director de zona sin el lustre técnico del italiano. De hecho, De Guindos, nuestro técnico, pierde peso, quizá porque ha sido un negociador rocoso e insolente con una troika cada vez más lejana, castigadora y ciega (las medidas similares forzadas en Portugal e Irlanda no han producido prácticamente efecto positivo alguno, y amenazan con dejar a esos países colgados por lustros). Si no hay políticas expansivas públicas en la UE, estamos todos muertos, a ritmo de los diez negritos de Agatha Christie: el próximo serás tú. España sufre un enorme castigo infligido sobre todo a las clases medias y bajas, y todo por salvar a una banca -unas cajas, sobre todo- en la que, al alimón, trincaron bancarios ex políticos y políticos en ejercicio. Y ni uno en el trullo. ¿Demagógico? Como decía Makinavaja, si seguimos en esta línea -con la prima de riesgo lozana como una rosa, a pesar de la escabechina-, "aquí va a haber una masacre del cagalse".

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