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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

En los carteles han puesto...

La polémica del cartel dio una vez más difusión nacional a una tontería sevillana

La libertad es la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera u otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. Lo primero, obrar de una manera u otra, lo tenemos todos claro. Pero suele olvidarse esa otra importante opción que consiste en no obrar. Lo que en cuestiones de gusto y opinión podría decirse así: la libertad es elegir una u otra cosa o no elegir ninguna, opinar entre esto o lo otro… O no opinar sobre lo que se estima que no merece opinión. En estos tiempos nuestros es frecuente que los idiotas, los majaderos, los desquiciados o los miserables nos arrastren a su territorio obligando a los medios a informar sobre sus idioteces, majaderías, desquiciamientos y miserias; y a los tertulianos a opinar sobre ellas. Lo que al final supone el triunfo universal de la estulticia que nos hace bogar a todos en la nave de los necios o de los locos que El Bosco pintó.

Un poner nacional: va Puigdemont, larga otra majadería belga y a los desdichados medios no les queda más tu tía que reproducirla, y a los aún más desdichados opinadores que comentarla. Con lo cual los medios y los opinadores acaban fatalmente infectados por la majadería del fugado. Ya sé que hay no pocos catalanes dispuestos a votar a este tipo o a la señora Rovira, por muchos disparates que hagan y digan. Es lo que tiene la democracia. Ni bajo tortura podrían obligarme, si no me apeteciera hacerlo, a oír, leer o ver las canciones, libros, programas de televisión o películas que la mayoría convierte en éxitos que encabezan las listas de ventas, descargas, audiencias o taquilla. Porque el disfrute de la cultura se entiende como una cuestión privada: en mi discoteca, biblioteca, mando a distancia o compra de entradas mando yo. En cambio en la cosa pública mandan las mayorías -como debe ser- surgidas del sufragio universal. Y a apechugar con Puigdemont, Junqueras, Rovira y quienes los electores decidan.

Un poner local: un cartel navideño provoca un debate de esos que ahora se dice que incendian las redes (en las que no participo), alcanzando tan grotesca intensidad que ayer el informativo de Tele 5 dio noticia de la polémica dando una vez más difusión nacional a una tontería sevillana. Pero en este caso, afortunadamente, se puede optar por la tercera posibilidad que la libertad ofrece: no obrar, no elegir, no opinar. Es decir, ignorar tanto el cartel como la polémica. Y tan a gusto.

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