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Fede / Durán

R. I. P. clase media

ALGUIEN escribía atinadamente desde Madrid que Salvados, el programa de La Sexta que conduce Jordi Évole, es un vestigio en España del verdadero periodismo. El tema de la última entrega era la reforma laboral: análisis, efectos y comparativa con la musa oficial de toda Europa, que es Alemania. ¿Por qué tenemos que parecernos a ella? Básicamente, porque Schröder hizo en 2003, apoyado por la oposición, lo que hoy pretende aquí Rajoy: implantar un modelo basado en el trabajo más barato y más flexible. Y también, conviene aclararlo, porque los alemanes son accionistas mayoritarios del BCE, organismo encargado de sacarle las castañas del fuego a países como España o Italia cuando los obuses de la prima de riesgo percuten más de la cuenta.

Hace casi una década, el canciller explicó a sus compatriotas las opciones que les ofrecían los nuevos tiempos, marcados por la feroz competencia de las economías emergentes: "Podéis elegir entre tener más paro y tener más desigualdad". Los alemanes eligieron lo segundo y ahora la Merkel inunda las calles de carteles con un orgulloso lema, Nunca antes tanta gente trabajó en este país. Gracias, Alemania. La cifra de ocupados es ciertamente récord, más de 41 millones a cierre de 2011, y la tasa de paro supera por poco el 6%.

¿Aplausos? En realidad, no. La carga fiscal al trabajador es muy desigual: los salarios medios y bajos pagan comparativamente demasiado, y los sueldos apenas han crecido. Con las reformas de entonces, la indemnización por despido (cuando se contempla, cosa que no siempre ocurre) ronda los 15 días por año trabajado y la prestación por desempleo cae del tope de 36 mensualidades a las 12 actuales, aunque hay excepciones al alza para los más veteranos. Cuando dejas de recibir la paga, el sistema de protección tiene mecanismos complementarios que parecen suficientes pero que tampoco lo son por estar diseñados para casos de extrema necesidad: si demuestras que ni tu familia ni tú tenéis recursos, te pagarán 374 euros en metálico y tendrán el detalle de costearte la calefacción y algún extra vinculado al alquiler. Cuando la ley dice no tener recursos se refiere exactamente a eso: por ejemplo, el Estado puede obligarte a vender tu coche si pretendes cobrar.

De los minijobs conocemos todos los costurones: puestos con cero valor añadido pensados para estudiantes donde el techo salarial se establece en 400 euros y la carga de trabajo ronda las 15 horas semanales. Más de siete millones de alemanes están hoy abonados a esta modalidad contractual.

España, que además de querer equipararse laboralmente a Alemania le ha copiado los precios con niveles de ingresos sensiblemente inferiores, debería centrarse en la productividad, que era la verdadera cara inspiradora del retrato germano de Évole: una jornada promedio de 08:00 a 17:00, descansos breves para comer, llamadas telefónicas personales prohibidas y cualquier página de internet no vinculada a la profesión capada (vale, Twitter se libraba por causas insondables). Lo curioso es que España sí mejora en este ámbito. Pero no por la nueva reforma sino por el miedo de quien aún tiene un empleo a perderlo.

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