EL presidente de la Federación Española de Atletismo, José María Odriozola, ha dado la voz de alarma: el atletismo se muere como deporte de competición. No sólo en España. En toda Europa. No porque los europeos hayan perdido bruscamente el interés por los atletas, sino porque los atletas europeos han perdido el interés por practicarlo.

Según Odriozola, el atletismo es un deporte de viejos o, si se prefiere más suavidad, un deporte de gente mayor. El mejor atleta español en los Juegos Olímpicos de Pekín, el pasado verano, fue García Bragado, que ronda cuarenta años. Los finalistas españoles tenían una media de treintaytantos. Hay mucho mérito en todos ellos. Se deben ponderar su resistencia y entrega. El problema es que después de ellos no hay nada, o hay poco. Las nuevas generaciones no se sienten atraídas por el atletismo, de modo que la retirada de los atletas actualmente en candelero no se verá compensada por una nueva hornada de jóvenes dedicados profesionalmente al atletismo. Falta materia prima, como dice el presidente de la Federación.

¿Por qué? La educación física no se toma en serio en los colegios, que serían el ámbito natural para el nacimiento de vocaciones. En verdad dudo de que alguna vez haya sido tomada en serio la educación física, considerada una maría,o sea, una asignatura de chichinabo, que se aprueba con la gorra, de la segunda división docente. Pero es más grave el contexto social y familiar y el ambiente educativo en el que crecen los niños en España: se impone una cultura del mínimo esfuerzo en todos los órdenes de la vida y así es difícil que los adolescentes asuman un esfuerzo tan fatigoso como el físico. A los veinte años pocos son capaces de sufrir entrenándose para un deporte minoritario, de escaso relumbrón y menor retribución.

Viene, en España y Europa, una generación muy preparada desde el punto de vista de las nuevas tecnologías, pero muy propensa a la obesidad prematura, el sedentarismo de consola, móvil y televisor, el absentismo laboral y el asco a la disciplina que cansa y fastidia. Una generación en la que no van a surgir nuevos talentos para el atletismo y, si surgen, será difícil que le añadan la voluntad y la determinación que se requieren para no malgastar el talento. Todo lo que sea correr más de ochocientos metros se lo dejamos a los africanos que, aparte de su dotación genética, parece que van siempre huyendo de algo o persiguiendo un sueño que se les escapa.

Aquí en España, como en Europa, los sueños se han acabado. Más que soñar, dormimos y roncamos, y por nada del mundo queremos que nos despierten para ponernos a correr y dar saltos.

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