ARRANCA la segunda vuelta con los nuestros colisionando con rivales próximos geográficamente hablando. Muchos siguen ternes en la calificación impropia de derbi a lo que en realidad es un partido más mediante viaje de bajo coste, nada más. La rivalidad entre los equipos de Sevilla y los del resto viene más de parte exógena que de aquí, pero qué se le va a hacer. Empieza el Betis recibiendo al Granada en horario matinal y se cierra el domingo en La Rosaleda entre dos equipos que no están cubriendo las expectativas que despertaban cuando esto no había comenzado y el balón aún no rodaba.

Yendo al orden cronológico, un Betis-Granada que históricamente fue favorable al Betis, algo, claro, que no quiere decir nada. Y si en condiciones normales no quiere decir nada lo que pasó en el pasado, lo de hoy en Heliópolis aparece con el plus añadido de la incertidumbre que crea un cambio en el banquillo del rival. Fabri no pudo con los últimos resultados, pero quizá su incontinencia verbal jugó decisivamente contra el crédito que debía haberle supuesto la recuperación de Granada para el fútbol de élite. Llegan los rojiblancos con Abel en el puente de mando y eso de que a entrenador nuevo, victoria segura es algo que inquieta en el nido verde, blanco y verde.

Ganarle a los nazaríes se considera de obligado cumplimiento para que el futuro no tenga la procelosidad que tanto se teme por Heliópolis. Y casi en la medianoche sabremos qué fue capaz de hacer el Sevilla en Martiricos. Tanto él como el Málaga del jeque presentan unos números que nada tienen que ver con lo que se preveía cuando las calores. Ni Marcelino ni Pellegrini están alcanzando los objetivos previstos y mucho me da que el que pierda esta noche va a salir con mucho plomo en el ala. Y así se va enero, con dos partidos entre rivales cercanos y con bastante pasión en las gradas, pero sin que ello les haga merecedores de ser considerados derbis, ni mucho menos.