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Joaquín Pérez Azaústre

El derecho a decidir

LO más hermoso aquí sería reivindicar una unión geográfica, la solidaridad en la plaza de encuentro como única manera de salir adelante. Luego, estacionados en la balsa ambigua de un futuro cambiante, pero habiendo pasado la cima de la crisis, podríamos hablar de muchas cosas, compañero del alma. Pero habría que seguir en eso, en un compañerismo, como lo hemos estado, hasta hoy, en la salud y en la enfermedad.

Sucede que Catalunya, o Cataluña, quiere dejarnos ahora, porque estamos en la enfermedad y nos culpa de ella; pero no el territorio, sino sus dirigentes, apoyados por una masa armada de razones callejeras, aparentemente emocionales. De cualquier manera, lo que está ocurriendo en Cataluña es mucho más que "un lío", pero también es menos que la pura expresión soberanista. Porque el soberanismo, ese nacionalismo comprendido como empeño neorromántico de un pueblo, para ser verdadero, tendría que ir separado de la razón económica. En caso contrario, si hay una razón financiera detrás, no estaremos ante independentismo, ni ante un sentimiento nacional, sino en la respuesta de un Parlamento autonómico ante la crisis, tratando de cambiar la generosidad interregional y la responsabilidad institucional por el oportunismo radical.

Catalunya, como pueblo, tiene todo el derecho a decidir. Y lo tendrá que hacer más adelante, para saber realmente a qué atenernos. Pero en esta coyuntura, verdaderamente, no es el nacionalismo lo que ha salido a la calle, sino ese descontento sostenido en la precariedad, primero, de nuestras condiciones laborales, y en el determinismo del Gobierno de Rajoy, tan poco dado al diálogo, que ha eliminado la negociación colectiva y ha abolido, en parte, nuestra vieja cultura del acuerdo. La manifestación de Barcelona podría haberse producido en Sevilla o Madrid bajo otro lema, porque este descontento está teñido del bramido actual. Pero una cosa es tener en cuenta que la manifestación fue contra la política del Gobierno central, con todo este recorte de nuestros derechos, de nuestra vida garantista de los servicios públicos, y otra negar el hecho de que los catalanes, además de por todo lo anterior, salieron a la calle, también, por catalanes.

Artur Mas lo que quiere es salir de España, que es salir también de Italia, Grecia, Irlanda y Portugal. Mas quiere estar en la primera velocidad europea, con Alemania y Francia. Pero en la imperfecta Europa de la muy imperfecta generosidad, sólo va a conseguir que el precario equilibrio de nuestra situación -que sigue siendo, también y por ahora, la de la economía catalana- se vuelva todavía más inestable.

Recuerdo una carta de Antonio Machado a Pilar de Valderrama, su Guiomar, en la que venía a decir que a los nacionalistas catalanes republicanos nada les interesaba el triunfo de la República, sino sólo su propia causa nacional. Ni tenemos memoria, ni solidaridad.

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