CUANDO no se quiere llamar a las cosas por su nombre, afloran los subterfugios y los eufemismos. Hay palabras que no son capaces de sustentar una media verdad y son tan reveladoras como mirar directamente a los ojos para interpretar la sinceridad de los gestos. La palabra crisis es una losa diaria. Comprendo que a muchas personas decir y escuchar continuamente crisis cansa y abruma. Pero lo que de verdad agobia son las consecuencias de un periodo de crisis que se antoja larguísimo, aunque se condense en una palabra de dos sílabas. Y si no se ve la salida del túnel es porque no queremos cambiar lo que la crisis nos indica que no funciona. En el fondo, existe mucho miedo a salir de la crisis y se opta por apurar los rescoldos de un modelo devida y de producción que está periclitado, antes que afrontar un salto al vacío previo fuerte cambio de mentalidad.

El presidente de la Federación de Empresarios del Metal en Sevilla, Eusebio Gallego, ha pedido a sus colegas que ya no hablen más de "crisis", y que a partir de ahora definan y comenten la coyuntura como "situación económica diferente". A su juicio, "no volveremos a gozar las cotas de bienestar que teníamos hace unos años, hay que adaptarse a las nuevas necesidades". Si quieren insuflar optimismo entre los empresarios y directivos, considero manifiestamente mejorable su propuesta. Porque situación económica diferente es una expresión que vale para todas las situaciones económicas, y no define ninguna en concreto, ni siquiera su factor positivo o negativo.

A Eusebio Gallego, un gran empresario, que fabrica y vende motos desde Sevilla, lo que tiene un gran mérito, le alabo el gusto de reivindicar el esfuerzo. Pero le animo a recordar qué daño nos ha hecho calificar en 2007 la crisis como una desaceleración. Cuánta gente confió en el uso de esa palabra, y eso le llevó a meterse en más riesgos de los que ya después no pudo salir.