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La tribuna económica

Manuel / Hidalgo

La dualidad del BCE

HACE una semana tuvimos la suerte de contar en la Universidad Pablo de Olavide con la presencia de José Manuel González-Páramo, miembro de la Comisión Ejecutiva y del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, con motivo de la inauguración de un máster. Este economista, criado en la Universidad de Columbia en Nueva York y con una altísima y prestigiosa carrera en numerosos ámbitos de la economía, realizó una concisa descripción de la crisis financiera internacional, así como expuso las razones de las actuaciones de la institución para la que trabaja. El mensaje claro que nos ofreció fue que, uno, el Banco Central sigue vigilante ante las tensiones inflacionistas, y dos, que esto no impide articular medidas a corto plazo para ayudar a mejorar los ratios de liquidez del sistema financiero europeo y mundial.

Resultó esta alocución relajante. Quedó claro que el Banco Central no tocará los tipos de intervención si la inflación no lo permite. Ante una bajada en las expectativas inflacionistas, el BCE no tiene motivos para no rebajar el tipo de intervención, como muy bien nos pudo demostrar ayer. En otras palabras, los instrumentos de política monetaria seguirán siendo usados para el objetivo descrito en los estatutos del Banco, el control de precios. Esto es así y así debe ser. La inflación, con sus limitaciones, debe seguir siendo el objetivo prioritario para el BCE, ya que el recuerdo de etapas pretéritas inflacionistas deben dejar meridianamente clara la necesidad de evitar los errores de entonces.

Sin embargo, el BCE ha mostrado además su preocupación por las restricciones de liquidez a corto plazo. Para no transmitir tensiones a los precios con aportaciones de liquidez al sistema, los préstamos realizados por el BCE a través de las subastas han sido habitualmente a muy corto plazo (de un día, una semana o un mes y poco más). Sin embargo, dada la necesidad de dar seguridad y tranquilidad al sistema, y el carácter de la actual crisis, estas aportaciones se han ampliado en el plazo llegando incluso a los seis meses. Las razones de esta necesidad son bien conocidas y más para el propio banco.

Además, se han llevado a cabo otra serie de acciones para mantener la confianza en la liquidez del sistema financiero europeo. Por ejemplo, se han ampliado los activos admitidos a garantía en las operaciones de crédito del Eurosistema, se ha provisto de liquidez en otras divisas como el dólar, el yen o el franco suizo, se han acordado actuaciones conjuntas, algo no muy habitual, con otros bancos centrales, etcétera.

Se articula, así, una política dual pero no contradictoria por parte del Banco Central. Los movimientos de tipos de intervención siguen la consabida regla de control de la inflación. La necesidad de liquidez a corto plazo no impide, no obstante, aportaciones masivas monetarias para saciar las necesidades de los mercados e impedir que todo se desmorone. Un juego de encaje bien instrumentado, hasta ahora, por nuestra autoridad monetaria.

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