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gema Amil

El ejemplo de Paquirrín

SÍ. Parecía que no, pero sí. Kiko Rivera, Paquirrín para España entera manque le pese, siempre ha caído bien. Ha soportado de manera estoica críticas y comentarios de todo tipo hacia su persona. Que si es un vago, que si no da un palo al agua, que si es el más feo de sus hermanos... En fin, palabras que pueden llegar a herir la patatita. Y ahí está, enseñando su mejor cara y derrochando naturalidad, las cosas como son. Pero Paquirrín (lo siento Kiko, pero esto es así) ha crecido. Tiene trabajo estable y ha rozado con los dedos el papel de padre de familia. Todo se torció cuando la que creyó el amor de su vida resultó no serlo. Luego, descubrió en la geografía española una ciudad guipuzcoana llamada Éibar. Montó en cólera cuando se enteró de que su ex se mudaba con el hijo de ambos a ese punto del mapa, concretamente a 874 kilómetros. Denunció, no sin antes pasar por los platós para hacer algo de caja con el asunto, que la vida está muy mala, y el resultado ha sido una sentencia que puede crear jurisprudencia. Y ahí le toca sacar el capote a Jessica Bueno. A ver si ha aprendido algo de esta familia de toreros... Desde que salió de Supervivientes, la modelo sevillana ha sido diana de mil críticas, siempre bajo la sospecha de que fue a cazar al famoso. Y no un famoso normal, sino Paquirrín o Kiko Rivera, que tiene como más empaque. Más mediático no lo hay. Cuando se supo de su embarazo, en los mentideros no se hablaba de otra cosa: "Ésa va por el parné, quiere vivir del cuento". Es así, no es así... Ella sabrá pero si en algún momento ésa fue su intención le ha salido el tiro por la culata, pues la justicia no sólo no le ha concedido la custodia única sino que además se queda sin manutención. Tanto ella como el hijo de Isabel Pantoja se harán cargo de los gastos del niño cuando estén con él. Y en este punto es donde hacemos stop; donde puede estar marcado un antes y un después. Aquí hay tomate, ya que como bien dice el refrán "quien todo lo quiere, todo lo pierde", y la paternidad conlleva muchas más responsabilidades que las de presumir de "dientes dientes" en una portada de ¡Hola!.

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