CUANDO el cine español fue tomando color, cuando empezaron aquellos tintados en gevacolor, eastmancolor y demás variantes del colorín, cada vez que salía Sevilla era la Plaza de España como su imagen más emblemática. Más cinematográfica incluso que la Giralda, la gran obra de Aníbal González servía lo mismo como fondo para la tarantella que Carmen Sevilla bailaba en Pan, amor y Andalucía que para que, en Gloria Mairena, las hermanas Reina flanqueasen a Juanita por el Parque camino de esa joya que ha ido degradándose hasta no admitir ya ni un solo retrato. Y tras mucho tiempo en un estado lamentable y después de varias intentonas frustradas de rehabilitación, la Plaza de España parece que está en el camino adecuado. Seamos optimistas y pensemos que no es un amago más, sino la constatación de que la Plaza de España volverá a ser lo que era, postal principalísima de Sevilla.
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