ABENGOA, su trayectoria y su situación actual, daría para hacer un retrato de la Sevilla de los últimos ochenta años y para explicarse muchas de las cosas que pasan en esta ciudad. Tiempo habrá para pintarlo cuando se despejen las muchas incertidumbres y confusiones que rodean a la que hace no tanto era una de las mejores enseñas de Sevilla en el mundo y una instancia que emanaba poder. En muchos ámbitos de la ciudad –digamos para simplificar que los más importantes– no se movía un varal sin que don Javier Benjumea Puigcerver hubiera dado su consentimiento y los mejores ingenieros de España salían de la escuela de Sevilla porque era la cantera de la que se nutría Abengoa para captar a sus profesionales. Pero no es la historia de Abengoa, con ser importante, lo que en estos momentos preocupa a sus trabajadores y a muchos sevillanos que saben que su desaparición sería una tragedia no sólo en términos económicos, también sociales. El vergonzoso tira y afloja que se han traído las administraciones con respecto a las ayudas para salvar a la compañía dan una idea, desgraciadamente transparente, de cómo se trata a una ciudad y a una de sus principales referencias industriales. El Gobierno y la Junta de Andalucía han peloteado de una forma que en otros sitios quizás no se hubiera permitido con el futuro de muchos miles de familias. Se estaba hablando, tanto de lo que pudiera aportar uno como el otro, de cantidades ridículas si lo comparamos con lo que Abengoa puede representar. Mientras se dedicaba dinero a la salvación de empresas de otros sectores, muy cerca de nosotros, por ejemplo, a una dedicada a las cafeterías de carretera, se le negaba a la que ha sido durante décadas una de las que señalaban el camino en sectores que marcan el futuro. En Abengoa se hicieron muchas cosas mal, rematadamente mal. Pero si ha quedado sana una parte del negocio y a partir de ella se puede proyectar hacia el futuro, no echarle un cable desde lo público puede equivaler a un asesinato por asfixia. Al final tuvo que batirse el cobre el alcalde, Antonio Muñoz, que sabe lo que Sevilla se juega en esto, para sentar en la misma mesa al Ministerio de Industria y a la Junta de Andalucía, y abordar sin anteojeras políticas lo que vaya ser de la empresa. Lo que ocurra todavía está por verse, porque lo que se acuerde aquí tendrá que tener el visto bueno de Bruselas. Pero por lo menos se ha abierto una ventana para que “lo que se pueda salvar” se salve. En Sevilla, Abengoa es algo más que una empresa, a pesar de los trágicos avatares de los últimos años. Y quien no sea consciente de ello se estará equivocando.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios