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la canción del verano

¿Qué enfermedad tenía el de la mujer en el armario?

Yse encuentra una mujer, qué dolor, qué dolor, dentro de un armario. Sólo faltaba la imagen de Andrés Pajares, en rigurosos calzoncillos blancos, brincando por la habitación, escapando de reojo de la sorprendida y cabreada esposa, que termina arrojando jarrones, cepillos y retratos matrimoniales. Una amante escondida en el armario, y hallarla, es la mayor humillación para cualquier pareja traicionada. Rafaella Carrá en 1982, traicionados y cautivos por el desastre de Naranjito, canturreaba esta serenata cornúpeta, con lamento por peteneras, mientras los veraneantes se agitaban como maracas. Una mujer en el armario fue un reggaeton profético de orquestina, con historia de película de Jaimito o de Ozores y un estribillo que por su musicalidad hería los tímpanos.

Carrá andaba de vuelta por aquellos tiempos. Sus ocupaciones la tenían más presente en su Italia natal después de un quinquenio animando Benidorm, Mallorca y la Costa del Sol con Fiesta, los corazones explotados, lo del Sur y esas otras canciones que ponía en trampolín Valerio Lazarov para que la rubia fuera la cantante más aclamada de Hispania.

En los 80, desde esta mujer metida dentro del ropero, entre vestidos sudados y alcanfor, la boloñesa Rafaella Pelloni fue declinando mientras en el horizonte la canción del verano sonaba más a Caribe y sintetizadores y no tanto estas pedorretas mediterráneas que hacían reír a las cuñadas en los bailes de las bodas. Carrá se solidarizaba con su amiga, la de la canción, que sostenía el matrimonio con su trabajo en la oficina, con un marido falsamente enfermo que aprovechaba la convalecencia para perderse por anatomías ajenas y que llegaba a justificar como presuntas enfermeras. Un marido que algún malvado acusaría de tener orígenes griegos. Como escarmiento la mujer no se divorcia, sino que convierte al infiel en su chacha mientras ella se desquita poniéndole unos buenos cuernos al salir del trabajo. Joroña que joroña.

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