TIEMPO El último fin de semana de abril llega a Sevilla con lluvia

DERBI Horario y dónde ver el Betis-Sevilla

desde mi córner

Luis Carlos Peris

En la euforia, un diluvio helado

En fútbol cuando pierdes todo es muy malo y cuando ganas llegan las opas hostiles por los más brillantes

NUNCA es tranquila la vida para un club de fútbol, pues todo es malo cuando pierde y no todo es bueno cuando gana. He ahí el ejemplo del Betis, que está sobrepasando cualquier tipo de expectativa creada antes de que el balón echase a rodar. El equipo está en una situación de privilegio, todo es lisonja para él, pero esto no es garantía de una vida placentera. Ahora que el bloque funciona algunas piezas que brillan con luz propia empiezan a ser motivo de preocupación, léase cómo los representantes de esos futbolistas que más lucen se las ingenian para mover los hilos a fin de que los cantos de sirena proliferen.

Y en el Betis está sucediendo de forma sorprendente, pues al soniquete de que Beñat se irá más pronto que tarde surge ahora el interés de medio fútbol por Adrián, que lleva la friolera de cinco partidos en Primera División. Pero es que como este Betis que tan bien entiende y maneja Pepe Mel siga ganando pueden llegar opas hostiles hasta por el mismísimo utillero. Y ahora, ¿qué debe hacer el Betis? ¿Seguir pacientemente el curso de los acontecimientos o amarrar a los solicitados aunque sea contraviniendo lo que ordena la razón? Particularmente creo que la razón es lo último que debe perderse, pero la situación es indiscutiblemente procelosa.

Por supuesto que es ir contra la razón consentir en una mengua en la cláusula de rescisión de Beñat. Bajarle la cantidad que deberá abonar para rescindir unilateralmente el contrato es darle carta blanca al futbolista para que el Wolfsburgo, el Brujas o el que sea se lo lleven ya. Bajarle la cláusula es optar a que esos clubes que lo veían caro lo contemplen ya asequible y adiós, muy buenas por vía de urgencia. Esto es lo que tiene el fútbol, que cuando no ganas se te quitan las ganas de todo y cuando debe ser tiempo de euforia, llega el jarro de agua fría de renovar a los mejores aunque sea a costa de estropear la labor que vienen haciendo los gestores del Betis.

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