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JAVIER Falcón para ser jefe de Homicidios en la comisaría de Sevilla y lucir un linaje donde se entrecruza la pintura y el toreo tiene un castellano de Valladolid (en el doblaje, algo forzado) y un empaque y un malaje que lo aproximan más al tópico islandés que al andaluz. Es lo que tiene hacer una producción de ambiciones internacionales. Falcón, el detective sevillano surgido de las novelas de Robert Wilson que ha estrenado Canal +, se ambienta entre estampas cofrades, taurinas y florales, pero es un gélido investigador al uso y se maneja en un paisaje humano que es muy difícil de engarzar con la sociedad sevillana real. Pero todas esas apreciaciones que como andaluces nos llaman la atención quedan al margen si nos centramos en la esencia del relato, en los claroscuros de un asesinato y de ese protagonista con una trastienda atormentada, con una ex mujer maltratada y una viuda sospechosa con la que surge la inevitable tensión sexual.

Falcón, coproducida entre el Plus, la cadena pública alemana y la británica de pago Sky (¿por qué no estaba ahí Canal Sur?), es una ficción europea que aprovecha algún topicazo para diferenciarse de cualquier serie de investigación, procedimental como dicen, norteamericana: es la respuesta desde este contiente a los CSI y otras hierbas, aportando más calado psicológico y más pretensiones filosóficas sin caer en las obligaciones comerciales de las series en abierto. Marton Csokas es el sieso detective sevillano, adaptación del Philip Marlowe de Bogart y primo hermano del nuevo Sherlock de la BBC. Falcón peca de fría y de misteriosa en exceso para el espectador convencional. De factura notable, no es la típica serie que pensaríamos que se ambientaría en la Alameda de Hércules.

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