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José Antonio Carrizosa

La explotación del éxito

ESTAMOS todavía a vueltas con el análisis de lo que representó el vuelco político municipal del pasado 22 de mayo y ya nos encontramos de lleno metidos en otra campaña electoral que va a durar, mes tras mes, el próximo medio año. No salimos de una cuando nos metemos en otra. Los sevillanos vamos a ser convocados tres veces a las urnas en menos de un año y eso, de una u otra forma provoca cansancio y desapego. Tiene, sin embargo, un efecto positivo: por primera vez en mucho tiempo se nos da la oportunidad de diferenciar con absoluta claridad el debate local, autonómico y nacional y de ello en Sevilla se podrán extraer apasionantes conclusiones. También tiene consecuencias negativas: la principal de ellas, que la inminencia electoral condiciona el comportamiento de los políticos hasta el extremo de desdibujar los perfiles de lo que sería una gestión normal.

En este sentido, Sevilla es desde hace ya meses, pero de forma muy significada en lo que llevamos de septiembre, un magnífico escenario para comprobar hasta qué punto condiciona el horizonte electoral la política del día a día. El tono lo ha elevado el alcalde Juan Ignacio Zoido con su enfadada carta al presidente José Antonio Griñán, en la que, a modo de cuentas de un rosario, desgrana los compromisos incumplidos por la Junta de Andalucía con la ciudad que la aloja como capital. Podemos coincidir casi al cien por cien con el alcalde en que el Gobierno regional no ha sido, históricamente, demasiado generoso con Sevilla e incluso en que le ha escamoteado lo que ha dado en otros sitios. Ha funcionado una especie de terror a que cualquier otra ciudad se sintiera agraviada por el centralismo sevillano, con el resultado, por cierto, que ustedes saben: no hay capital o ciudad importante de Andalucía que no se sienta agraviada por Sevilla.

Pero lo que hay detrás de la carta -y el alcalde ha tenido la inteligencia de no disimular- es una andanada desde el Ayuntamiento de Sevilla dirigida hacia la Junta de Andalucía para que se vaya enterando de qué es lo que le espera para los próximos meses. Es algo así como lo que en táctica militar se conoce como la explotación del éxito: con la ciudad rendida a sus pies gracias a su rotundo éxito electoral y a sus veinte concejales, la Alcaldía de Sevilla se convierte en un ariete valiosísimo para deteriorar al máximo el ya arruinado prestigio del poder socialista nacional y regional. El objetivo: poder a la altura de marzo firmar el parte que declare al socialismo borrado para una buena temporada del panorama político.

Es hasta cierto punto lógico y quizás no cabría esperar otra cosa, pero uno se queda con la sensación de que las legítimas reivindicaciones de la ciudad se han puesto al servicio de una estrategia de partido.

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