DICEN que uno que estaba en una esquina de la barra y que atesoraba en la barriga bastante más vino que gaseosa se agarró a su enésimo tinto de verano, recompuso la figura y se arrancó con una saeta que hizo temblar las cañas y el toldo del chiringuito. Ocurrió en una playa de la parte onubense y vino a colación porque en la tele del bar se recreaba la entrada de Manué en la Campana. La técnica nos traía una de las estampas grandes de la Madrugada al corazón de la temporada de baños, arranque de agosto y como si fuese Viernes Santo por un momento que se alargaba como se alarga la llegada de los Gitanos a la carrera oficial. Hay gente para todo, eso es innegable, y no es nada extraño que en pleno verano se nos recree la fiesta mayor de Sevilla, pero eso de llegar a que un parroquiano pasadito de tinto y en bañador se arranque con una saeta es demasiado fuerte para el cuerpo.
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