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José Joaquín León

El gafe de la Torre Pelli

VIENDO a la Torre Pelli, que ya está más crecidita, a pesar de todos los que se quejan, se entiende que ha tenido mala suerte. Primero fue comparada con la Giralda, a sabiendas de que saldría perdiendo, porque su hermana es más guapa y más vistosa. Ni siquiera es un caso como el de la hermana de Penélope Cruz, que podría ser Mónica por sí misma, pero siempre será la hermana de Penélope. Pues aquí es peor, porque la gente no la ve como la hermana de la Giralda, sino como una hermanastra, como un capricho que tuvo un señor de Cajasol, y de ese bombo le salió una parida a uno que resultó ser el famoso César Pelli.

Digo que la Torre Pelli tiene gafe porque se ve venir desde los primeros días de su gestación, cuando intentaron abortar el proyecto. Y luego, a cortarlo por lo sano, en plan Herodes de la Unesco. A pesar de todos los pesares va creciendo, y eso es lo peor. Lo malo no es que se quejen. Es lo que se ve venir. Toda torre que crece en un lugar donde no la hubo es contemplada con recelos, desde Babel. Cuentan en París que a la Torre Eiffel ya le pasó en su debido momento, decían los artistas de allí que era un monstruo de hierro, y después fíjense el partido que le han sacado. Pero el problema es que una torre debe tener una cierta utilidad para adaptarse a su tiempo. Y la duda cartujana es: ¿la Torre Pelli para qué?

Esta torre gafe se está levantando en los días más duros de la crisis. Eso es un inconveniente grave. Cualquiera te puede salir con lo de siempre: ¿por qué no venden la torre y le dan el dinero a los pobres? Si se vendiera todo y dieran el dinero a los pobres, sólo habría ricos, según parece. Pero todavía no hay ningún jeque de Qatar interesado en comprarla. Será que tienen Doha llena de torres así y mucho más grandes. Se conforman con comprar el Málaga, pero todavía no ha llegado el momento jeque de las torres ni del Betis. En resumen, que las oficinas de la Torre Pelli van a tener poco trabajo. Y así las cosas, es raro que no se haya recortado nada ahí, cinco o seis plantas, como mínimo.

No se le puede negar a Antonio Pulido que han sacado la Torre Pelli para adelante a las bravas. A estas alturas, con lo que ya se ve en el sky line, no hay pavones suficientes para derribarla. Así que es algo inexorable, como la plaza del Duque, si bien distinto y en otro lugar. A lo inexorable se le busca una utilidad. Y ahí entra el gafe de lleno. En tiempos de prosperidad, tener una oficina en ese rascacielos hubiera sido un signo de prestancia contemporánea y distinción empresarial. Pero, con la que ha caído, tener una oficina ahí es como poner un chiringuito en primera línea de playa cuando aquella ministra de la Ley de Costas. La torre, al margen de las polémicas, apunta a quedarse como una Babel de la inutilidad.

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