GRACIAS a Ricardo Iniesta y Juan Carlos Marset, Mahoma va a la montaña. No son los muecines de la mezquita de quita y pon que en Sevilla no para de recibir largas cambiadas, sino los artífices de que se haya construido un teatro en Pino Montano. No es la cultura va por barrios sino un barrio con foco de actividad cultural todo el año. Mañana viernes se inaugura en Pino Montano el teatro de la compañía Atalaya y ello es un hito en la vida cultural de la ciudad, hiperconcentrada en el centro, donde vive sólo el 8% de la población.

Iniesta y sus colaboradores, baqueteados tras un cuarto de siglo de giras internacionales con sus creaciones, pero sin experiencia en ser catalizadores de un barrio, han de generar afinidad, empatía y proselitistas en Pino Montano y zonas limítrofes. Iniciar a miles y miles de vecinos en argumentos, estéticas y autorías de las que no tienen la menor noticia. Así podrán decir con orgullo que, sin salir del barrio, descubrieron en octubre de 2008 el talento del Odin Teatret, dirigido por Eugenio Barba, compañía de fama mundial radicada en Holstebro (Dinamarca).

Las voces de Eurípides, Lorca o Brecht resonando en Pino Montano es un retorno a la normalidad, interrumpida por la conversión de la cultura en actividad cortesana. Los mitos de la tragedia griega, la poética contemporánea o los ritmos tribales van a entrar en liza en un territorio de bloques de pisos y al lado de un Carrefour. El teatro intelectual y a la vez de raíz vuelve al ágora del vecindario.

Si Ricardo Iniesta me admite dos consejos para el éxito de esta aventura, debe ponerle al nuevo teatro un nombre corto con el que sea fácil familiarizarse. Lo de Centro Internacional de Investigación Teatral TNT es un galimatías para la letra pequeña. Y ha de incorporar la pujante cultura joven y callejera de Pino Montano, muy vehiculada hasta ahora hacia el hip hop y el rap. Para investigar teatralmente, no tiene que irse muy lejos. Basta que cruce la acera.