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Carlos Colón

La lógica de un premio

QUE este periódico, que representa los valores genuina y bicentenariamente liberales que acreditan su ADN gaditano y la trayectoria de la empresa que lo edita desde que Federico Joly Velasco sacó el primer número de su diario en 1867, creen un premio que lleve por nombre Manuel Clavero es cosa de pura lógica. Por lo que su nombre representa para Sevilla, Andalucía y España en los momentos en que lo representó.

Por lo que su nombre representó como aval prestigioso, liberal e independiente ante Sevilla cuando este periódico nació, al presidir su Consejo Editorial. Y por que ha seguido y sigue representando al frente de él durante su ya afortunadamente larga singladura.

Que el primer premio Manuel Clavero haya recaído en el cardenal Amigo Vallejo es también cosa de pura lógica liberal. A su antecesor Bueno Monreal le tocó lidiar como obispo coadjutor con los últimos y tensos años de Segura (1954-1957) y como obispo (1957-1982) le tocó rehacer las relaciones con el Régimen en los años 50, mantener un difícil equilibrio en los posconciliares años 60 y abrir después la Iglesia de Sevilla a la Transición. Pero quedaba un trabajo esencial por hacer: el de la normalización democrática de las relaciones entre la Iglesia y los nuevos poderes. Es el que le tocó a Amigo Vallejo.

No eran tiempos fáciles, aunque sí apasionantes. Juan Pablo II firmó su bula de nombramiento como arzobispo de Sevilla el 22 mayo de 1982. Un día más tarde se celebraban las primeras elecciones autonómicas andaluzas, en las que el PSOE triunfó con el 52% de los votos. Cinco meses más tarde Felipe González barría con más de diez millones de votos en las elecciones generales de octubre. Un año más tarde el PSOE ganaba el Ayuntamiento de Sevilla. Eran tiempos complejos para la Iglesia, que arrastraba el descrédito de su larga alianza con el franquismo y cuyos apoyos de base -las Juventudes Obreras Católicas o Cristianos por el Socialismo- empezaban a disolverse.

Es mérito de Amigo Vallejo haber pilotado la Iglesia de Sevilla en esos años difíciles, lo que algunos llaman la Segunda Transición, como si fuera un Tomás Becket que hubiera hallado el modo de defender el honor de Dios sin necesidad de incurrir en estériles enfrentamientos con los poderes democráticos. Firme cuando era necesario, dialogante siempre, dúctil a veces, inteligente en todo momento. Enseñado por Tánger a vivir la pluralidad social y religiosa, y por San Francisco a buscar a Dios en lo pequeño y en los pequeños, Amigo Vallejo supo hacerse con esta difícil plaza sevillana. Por eso Diario de Sevilla ha sacado dos veces el pañuelo blanco al otorgarle el primer premio Manuel Clavero.

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