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EL congreso que el PSOE de Andalucía celebra en Granada a partir de mañana viene a cerrar el círculo de poder de la nueva estrella del socialismo español, la sevillana Susana Díaz. Tras haber tomado posesión de la Presidencia de la Junta a raíz de la sorpresiva dimisión de José Antonio Griñán y después de haber ganado unas elecciones primarias a su medida, Díaz irrumpió pronto en la política nacional, haciendo valer el peso de la comunidad autónoma que preside -la única, junto a Asturias, en manos de los socialistas- en el concierto de una nación en crisis desde el punto de vista territorial, y dejando de manifiesto su influencia dentro de un Partido Socialista desconcertado por la derrota y con un liderazgo cuestionado en sumo grado. Ahora, en Granada, certificará su mando al consagrarse también como secretaria general de la agrupación socialista más decisiva, la que gobierna la región desde el inicio del proceso autonómico, aunque en estos momentos tenga que compartir el poder con sus incómodos aliados de Izquierda Unida, tras haber perdido las elecciones de 2012 frente al PP, por vez primera en la historia. El congreso socialista, con más invitados que delegados y dedicado al simple traspaso de poderes orgánicos, sin ponencias ni debates políticos, se prefigura como una puesta en escena del liderazgo de Susana Díaz, que no tiene contrincante. Será un congreso aclamatorio. Tan es así que la inminente secretaria general va a decidir en solitario la composición de la nueva ejecutiva, de la que ha hecho desaparecer a su número dos, y que se propone elaborar con una profunda renovación, la reducción del número de miembros y la integración del conjunto del PSOE, tanto en cuanto a la representación territorial como a la presencia de las distintas sensibilidades existentes en el partido, especialmente enfrentadas durante el relevo de Chaves por Griñán y el mandato de éste. Susana Díaz es probablemente la líder socialista andaluza que ha llegado a un congreso con las manos más libres. El congreso, sencillamente, acatará lo que ella decida. Será también su responsabilidad: suya será toda la culpa si se equivoca. Por otra parte, la acumulación de cargos en la misma persona, que concentra el poder orgánico y el institucional, no puede dejar de causar inquietud. Hay que preguntarse si será capaz de dirigir el PSOE, dado que no quiere vicesecretarios ni portavoces de altura, al mismo tiempo que garantiza su dedicación a una comunidad atravesada de crisis, empobrecida y llena de carencias. En realidad, esto es lo que más importa a los andaluces: si sus intereses son bien defendidos por alguien que ha de emplear su tiempo y energía también en su partido. El tiempo lo dirá.

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