Marbellólogos reputados por la pátina que da haberse pateado ese paraíso cuando la buganvilla no había sido suplantada por el mármol y los medallones de oro ni las señoras de los mandarines se pintaban como la esposa de Gil, a pistola, han deducido un ataque de ansiedad en la visita de Michelle Obama. Ansiedad por reconstruir ese paraíso que reventó desde el gilismo una banda de políticos, registradores de la propiedad y abogados corruptos. Ansiedad con dosis considerables de nostalgia, prisas por recuperar aquello que levantó Alfonso de Hohenlohe en homenaje al glamour verdadero, de cuando Sean Connery era Agente 007 y los Choris, unos golfos inevitables. Muchos han comparado la visita de Mrs. Obama con el irrepetible Bienvenido Mr. Marshall de Berlanga y algo tiene de eso, pero más de ataque de ansiedad por recuperar lo que parece irrecuperable.
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