Coge el dinero y corre

fede / durán

un país maldito

ESPAÑA es un país maldito. Torpe en la gestión de la abundancia cuando era imperio, conserva esa torpeza mientras retrocede poco a poco, como un paria proverbial, hacia la irrelevancia demostrada desde el desastre del 98. El principal problema es su capital humano. Sería temerario negar la existencia de buenos profesionales en todos los sectores e incluso el broche de un restringido club de brillantes, pero el promedio cojea, y no necesariamente por cuestiones técnicas vinculadas al ámbito de actuación, sino por causas holísticas y filosóficas. Holísticas porque el alarde es la ignorancia en vez la sabiduría, porque las humanidades están de rebajas y porque la comida rápida de las nuevas tecnologías -el consumo fácil de información desde la red- sustituye inevitablemente al pico y la pala de las horas bajo el flexo y sobre los libros.

Pocos saben expresarse; muchos menos escribir, hilar pensamientos sólidos, completar el puzle de la Historia, manejarse con los idiomas, respetar las artes del debate sin insulto y formular una crítica constructiva pero implacable de nuestra sociedad y sus múltiples ramificaciones, desde la economía hasta la política pasando por el deporte, la educación y la urbanidad.

Filosóficas porque en España el talento ajeno siempre estuvo mal visto: implica rivalidad, peligro para el bienestar propio, para el puestito o puestazo. Curioso: la miopía intelectual no deja ver el efecto terapéuticamente competitivo que genera en cualquier terreno contar con luminarias.

Estados Unidos es un buen ejemplo opuesto. Nación relativamente joven nutrida durante los últimos cuatro siglos de gentes de todo el planeta, su gran virtud es precisamente el gran defecto español. En los emporios de la costa Este (Nueva York, Boston) y Oeste (San Francisco, Los Ángeles, Seattle), junto al chasis plateado de algunas de las mayores multinacionales del planeta, destellan pequeñas estrellas de materia humana. Estrellas con seguidores y detractores, pero estrellas respetadas, publicadas, seguidas e internacionalmente conocidas. Mientras España se mueve en los registros de siempre, promocionando los apellidos de siempre, apostando por las soluciones de siempre, EEUU es el templo de la exigencia con premio.

Antes de la expulsión decretada por los Reyes Católicos (1492) pese a las reticencias de Fernando II de Aragón, alrededor de uno de cada diez españoles era judío. Vivían aquí unos 600.000. Sin contar las conversiones de entonces y de antes, el país perdió de una tacada la doble cantera de los sefarditas y los musulmanes, por entonces destacadísimos en disciplinas donde los cristianos todavía iban en pañales. España pudo respetar en un caso (judíos) e integrar en el otro (musulmanes), fomentando una sociedad más tolerante y completa. ¿Eligió lo contrario porque en el siglo XV el acervo católico era cavernícola? Eligió lo contrario porque la mente colectiva funcionaba igual que ahora, premiando lo mediocre, marginando lo extraordinario.

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