La película de los Goya

La distopía era esto: pasar del Gran Hermano al siniestro y parapolicial estado verde

Alguien podrá acusarme de negacionista o de seguir a ciertos ácratas de pan rallado como Miguel Bosé o Jair Bolsonaro. Pero admito que el ecologismo repipi está llegando a un punto tan fastidioso que a algunos nos tienta el desvarío. ¡Vivan las flores de plástico! ¡Nunca mueren y duran toda la vida! Que todo arda. Entre dar culto a Nerón o a la diosa Diana, consagrada a los robledos, me seduce más la locura neroniana.

Según la Academia de Cine, la sobrevalorada gala de los Goya de Sevilla va a ser la más sostenible de la historia. Como todo en la vida se agradece el "less is more" de Van der Rohe. Mejor evitar las formas chabacanas, huir del horterismo gastoso. Pero lee uno el menú de sostenibilidad previsto para los Goya y casi todo resulta de una ridiculez inquietante. La tontería contemporánea se nos ha inoculado como dogma de comportamiento. Bajo la regla de las 3R (reducir, reutilizar, reciclar), la gala lucirá una alfombra roja hecha de tejido reciclable. El photocall de las vanidades y las estatuillas de los cabezones estarán hechos con material sostenible. Los invitados se alojarán en hoteles con certificación de luces led y llegarán a Fibes en flotas de coches ecológicos. Habrá fuentes de agua para todos y todas y política de plástico cero. Papelería y separación de residuos tendrán por destino sus respectivos puntos de reciclaje. La distopía era esto: pasar del Gran Hermano al siniestro y parapolicial estado verde.

La compañía tecnológica Creast -leemos literalmente la web de la Academia- "medirá la huella de carbono de la gala a través de la recogida y análisis de evidencias en las áreas de principales emisiones -energía, movilidad, catering, materiales, residuos, alojamientos, agua-, y realizará una comparativa ambiental con respecto a la gala del año pasado y la de 2023". La memez también contamina. Que el planeta es hoy un hornillo, que llueve menos que en el mundo de ayer, que el Danubio se deseca y muestra sus derrelictos del fondo del río o que los bosques arden pavorosamente como ahora sucede en el sur de Chile; todo esto es científicamente cierto. Pero es tan cierto como el nivel en el que hoy también podría medirse de forma científica la bobería más dogmática. Habría bastado con sugerir una lista para ser educados con el entorno y cuidar las formas mesuradas. Nada se dice sobre las emisiones contaminantes de la vanagloria, los celos disimulados, el falso humor etiquetado y las sobreactuaciones ideológicas de un mundo, como es el del cine español oficial, que se cree imprescindible fuera de su ombligo.

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