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Juan Ruesga Navarro

En peligro de extinción

HaCE unos días, navegando por internet, me entretuve en unas páginas que trataban de especies  en extinción en la península ibérica. Entre otras, la cigüeña negra, el lince, el águila imperial, el buitre quebrantahuesos que podemos ver en Cazorla, el oso pardo de las cordilleras cantábricas, el lobo, de aspecto fiero y noble a un tiempo, el lagarto gigante de las Canarias, del que no conocía casi nada, el mítico urogallo, la foca monje del Mediterráneo de la que hablaban los navegantes griegos. Diversas circunstancias han contribuido a lo largo de los años a que peligren. Entre ellas, y quizás la mas importante, la acción del hombre. La destrucción de su hábitat natural, la caza furtiva en casos, la contaminacion, la implantación de especies foráneas y en ocasiones, desastres naturales. Hace unos años, ya décadas, se han producido diversos movimientos proteccionistas de dichas especies y en general de la biodiversidad. Hasta el punto de que casi todos los países de nuestro ámbito cultural han desarrollado normas y medidas conservadoras, con la creación de parques naturales  y con leyes estrictas para proteger dichas especies. A pesar de ello, una vez que una especie ha llegado a un punto critico, es difícil recuperar ejemplares en numero y desarrollo suficiente para que puedan valerse por si mismos, ya que en muchas ocasiones permanecen algunas de las causas que motivaron su casi extinción. De todas formas, se han conseguido muchos éxitos, entre ellos el más importante en la conducta y consideración general, al haber pasado de ser especies en peligro a especies protegidas. Es una diferencia notable.

Y entretenido en estos temas, me vino a la mente que quizás en los territorios de la cultura en nuestro país estamos asistiendo a una serie de cambios profundos, de la mano de las medidas económicas restrictivas, que es posible que nos lleven en poco tiempo a una difícil situación. Lo que han sido durante unas pocas décadas especies protegidas, serán irremediablemente  especies en peligro de extinción. Entre ellas vislumbro galerías de arte, librerías de librero, salas de cine de gran pantalla y bella arquitectura,  pequeñas salas de concierto de todo tipo de músicas, teatros en barrios y pequeñas ciudades, diseñadores independientes, orfebres, joyeros artesanos,  estudios de arquitectura de dimensión artesanal, ensambles  de música barroca y renacentista, productoras audiovisuales de pequeño formato, compañías independientes de teatro y danza contemporánea, gestores culturales que cuidan todos y cada uno de los aspectos del producto artístico, editores que aman el papel, artesanos de viejos oficios, como la marroquinería y la cerámica, etcétera.

La pregunta que se nos hace desde ámbitos políticos y económicos es: ¿son viables estas actividades? Por sí mismas es posible que no. Se han desarrollado con ayudas. En el país con escaso poder adquisitivo en el que vamos a vivir dentro de poco, y abandonadas a su suerte, no sobrevivirán. Si no se evita, viviremos en un país tan arrasado culturalmente como muchos de los montes que arden cada año.

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