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LOS veteranos del PSOE andaluz, prematuramente pasados al retiro por el frenesí rejuvenecedor que caracteriza la era Griñán, han contemplado con disimulada fruición los primeros tropiezos de los jóvenes cachorros que han sido aupados a los puestos que ellos ocupaban.

La experiencia es un grado, habrá pensado, regodeándose por lo bajini, Manuel Gracia, un socialista de la primera hora autonómica que acumula más tiros que años, al asistir al espectáculo de todo un grupo parlamentario de apoyo al gobierno votando por error 29 enmiendas del PP y cambiando por completo la Ley de Aguas. El flamante secretario general del grupo socialista, el lebrijano José Muñoz (Joselín, para los amigos), se equivocó en el lenguaje de signos que ordena a sus compañeros lo que hay que votar, y los diputados socialistas -que andaban, como todos, a lo suyo, y lo suyo no es al parecer seguir atentamente el debate- aprobaron las enmiendas de la oposición.

Todo tiene arreglo, y el reglamento del Parlamento andaluz recoge la posibilidad de que la Mesa de la Cámara reenvíe a la comisión un proyecto de ley que resulte desvirtuado por la aprobación de una enmienda incongruente u oscura. Así se ha hecho en esta ocasión, pero la metedura de pata ahí queda, como símbolo de la bisoñez o el atolondramiento de la nueva dirección. El pleno terminó de arreglarlo al día siguiente el portavoz socialista, Mario Jiménez, que hizo una pregunta a Griñán con el exclusivo objeto de glosar sus excelencias en plan culto a la personalidad y descalificar a Javier Arenas en plan dar leña a la oposición. Esto es lo que le criticaban a Gracia quienes le han quitado: no era lo suficientemente agresivo. Con Jiménez no va a existir ese problema. Si acaso, el contrario.

Previamente, el vicesecretario socialista de la nueva hornada, Rafael Velasco, había atizado innecesariamente el fuego de los localismos al pronunciarse por Córdoba (su provincia) como capital cultural de Europa 2016, molestando a Málaga, que aspira a lo mismo, y haciendo caso omiso de su condición de número dos del PSOE de Andalucía, que no PSOE de Córdoba. Por su parte, la número tres del mismo partido, Susana Díaz, interfirió en un conflicto laboral del Ayuntamiento de Sevilla con el transporte público, sin ser siquiera concejal, desautorizando al alcalde socialista y al directivo que por fin había decidido resistir el tradicional chantaje preferial de los conductores. Se trata de Guillermo Gutiérrez, otro socialista de la vieja guardia, que ha dimitido como vicepresidente de la empresa municipal en la que Díaz entró como elefanta en cacharrería.

En fin, así los ha querido Griñán. Por eso los ha puesto ahí a los tres. Gracia y Gutiérrez están pasados de moda.

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