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crónica personal

Pilar Cernuda

Las rebajas de Esperanza Aguirre

LA presidenta madrileña tiene olfato político y también olfato para percibir qué se espera de ella, la prueba es que gana y gana y gana adeptos para su causa, incrementa sus votos cada vez que se presenta candidata. En esta ocasión ha tomado una iniciativa que ha dejado con los ojos a cuadros a los suyos y descolocada a la oposición: reducir a la mitad el número de parlamentarios autonómicos.

Sabe Esperanza Aguirre que los españoles, y desde luego los madrileños, claman desde hace años para que se imponga cierta mesura en la cosa pública, tanto en lo que se refiere a sueldos como al número de cargos, casi siempre desproporcionado. Los madrileños han sufrido toda clase de recortes en los últimos tiempos como el resto de los españoles, se les han subido los impuestos y deben pagar por algunos servicios públicos que antes eran gratuitos, así que Aguirre ha tirado por la calle de en medio y no lo ha pensado dos veces: ajustará la Asamblea a la situación, y empieza por reducir a la mitad el número de parlamentarios. Un dato: la ley establece que en Madrid debe haber un diputado por cada 50 mil ciudadanos. Cuando se redactó, salía que debía haber 94, pero el incremento de la población ha provocado que ahora sean 129… y sigue creciendo la población. Esperanza Aguirre ha puesto freno al desenfreno.

Hay estudios que indican que la reducción de escaños no perjudicaría a los partidos minoritarios, la aplicación de la Ley D'Hont se acerca más a la proporcionalidad aritmética, aunque Tomás Gómez debe tener datos diferentes, pues ha denunciado que la propuesta de Aguirre afectaría negativamente a Izquierda Unida y UPyD. En cualquier caso siempre se pueden introducir mecanismos de corrección si efectivamente la disminución tan drástica del número de parlamentarios significara la consolidación del bipartidismo. Pero más que el hecho de que pueda perjudicar a ciertos partidos, lo evidente es que Aguirre ha sabido conectar con las inquietudes o las preocupaciones de los ciudadanos.

Es un hecho absolutamente constatable que los españoles de a pie, que viven con angustia las consecuencias de una crisis económica que no supo abordar ni resolver el Gobierno anterior, sienten una animadversión cada vez mayor por una clase política a la que hacen responsable de sus problemas y de la que piensan además que se reparten cargos y buenos sueldos mientras cinco millones largos de ciudadanos se encuentran en paro. La decisión de Aguirre gusta porque es signo de austeridad. Pero tiene una segunda lectura: si la presidenta madrileña piensa que se puede reducir a la mitad el número de parlamentarios, es porque está segura de que el trabajo por hacer queda perfectamente cubierto. Lo que significa que Aguirre mejor que nadie sabe que en el Parlamento madrileño sobra mucha gente.

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