Tribuna Económica

gumersindo / Ruiz

Nuestra revolución industrial

LA visita de Oh Dae Sung , embajador de Corea del Sur, a Andalucía, nos motiva una reflexión sobre industrialización y empleo, que de forma recurrente surge en las recesiones económicas. Las relaciones de Corea del Sur con Andalucía son estrechas, con presencia en el Parque Tecnológico de Andalucía. En la Universidad de Málaga se imparte incluso un grado que tiene como eje Corea del Sur, aunque quizás necesite una orientación hacia la tecnología aplicada y la empresa.

Corea del Sur y España son dos países muy parecidos en población, y ambos despegan en los años sesenta, a partir de unas economías agrarias y atrasadas, hasta situarse entre las más prósperas del mundo. Sin embargo, la forma de crecimiento ha sido muy diferente, y mientras Corea construía una potencia industrial exportadora, España se desarrollaba a partir del turismo y la construcción. Los resultados en cuanto a nivel de vida son muy similares, pero el camino de Corea del Sur se ha mostrado más estable en cuanto a evitar el desempleo, que en la actualidad es el 3,4% de la población activa, mientras que en España está alrededor del 25%.

Cinco rasgos destacó el embajador acerca del desarrollo de su país. El primero, la intervención pública y el dirigismo político, entre 1961 y 1979, que afianza la producción industrial interna y la prepara para la internacionalización. La segunda, la solidaridad y cohesión social ante las crisis de tipo de cambio y divisas, que afectan al país, siendo la de 1997 la más grave.

En la recesión actual esto se traduce en un pacto social en 2008, que tiene como objetivo no despedir a trabajadores y evitar los costes y desequilibrios que trae consigo el paro. En tercer lugar, hay un liderazgo empresarial con visión de largo plazo, no sólo de los grandes conglomerados de empresas conocidos internacionalmente, sino de un tejido productivo de empresas medianas. El cuarto aspecto es lo que llamó: "fervor y pasión por la educación", que se traduce en un esfuerzo -quizás a veces exagerado- por destacar en formación. Y, por último, unas infraestructuras modernas y una fuerte inversión pública y privada en investigación, que permite unir la producción manufacturera y la alta tecnología.

Recientemente se ha generado una discusión a partir del libro de Peter Marsh: La nueva revolución industrial, que cuestiona el futuro de la producción masiva. El argumento principal es que en un mundo de empleo globalizado la industria manufacturera aporta poco valor y sólo puede pagar salarios muy bajos. Hay que ver, pues, qué se añade en diseño, alta tecnología, innovación, servicios, a los objetos tangibles que se producen.

En Andalucía siempre hemos añorado un desarrollo industrial, y aunque no vamos ahora a reinventar nuestra economía, sí que habría que planificar cómo nos integramos en la nueva industria, que genera empleo y tiene la ventaja competitiva de la tecnología. Repasando los principios que con entusiasmo enunció el embajador, podemos ver cuáles son hoy vitales para nosotros; es una reflexión que, sin duda, debemos agradecerle, sobre todo si ayuda a superar el desánimo que nos causa el estrés de esta larga crisis.

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