ESTÁ grabada a fuego en la agenda sentimental de la Sevilla que tuerce por sus cosas y es una especie de pregón musical de nuestra gran celebración. El martes de Pasión, a eso de la anochecida, ya sabíamos que se tenían que aparcar las obligaciones para estar junto a una de las devociones más arraigadas de la contemporaneidad. La cita, en la Catedral, frente al altar de plata, entre el Coro y el incomparable retablo mayor. El motivo, extasiarse con Saetas y otras músicas de la Pasión, ese invento nacido de la cabeza feraz de Rafael Álvarez Colunga en los ochenta y que fue itinerante hasta que encontró su rincón definitivo en el tercer templo de la Cristiandad. Pero en esto que llegó la crisis para descabalarlo todo y ese pregón musical no está al margen de tanto daño colateral, por lo que mucho nos tememos que en este año de desgracia de 2012 se abra un paréntesis sin que sepamos si va a cerrase algún día, algún año.
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