En tránsito

Eduardo Jordá

Mi serpiente de cascabel

ES justo que la Seguridad Social se haga cargo de los gastos de un hombre de Madrid que tenía una serpiente de cascabel en su casa y sufrió una mordedura que estuvo a punto de costarle la vida? No sé lo que puede costar el tratamiento médico, pero me imagino que debe de ser bastante. Alguien habrá tenido que buscar un antídoto que aquí no suele ser habitual. Y alguien habrá tenido que organizar un equipo especializado que no tenía experiencia previa, ya que España no es -de momento- ni Texas ni la jungla del Brasil. Y lo más penoso de todo es que esa persona mordida por su serpiente habrá necesitado una atención y unos recursos que podrían haberse dedicado a alguien con una dolencia mucho más seria, en todos los sentidos de la palabra.

Es un disparate que paguemos entre todos los caprichos de un descerebrado. No hay ninguna garantía de que la Seguridad Social pueda mantener su nivel actual de prestaciones si continúa el ritmo creciente del gasto y la disminución de ingresos. ¿Y es justo que un idiota -no se me ocurre otra palabra- haga necesaria una inversión cuantiosa de fondos públicos por culpa de una simple chifladura? Yo creo que no. Si el Estado -o lo que sea que ocupe su lugar en nuestra nación fragmentaria- quiere seguir funcionando con cierta solvencia, debe imponer unos límites a los ciudadanos y exigir una responsabilidad en las conductas temerarias. No hablo de la locura, por supuesto, ni de las minusvalías psíquicas, y tampoco hablo de quienes tienen sida o cualquier otra enfermedad infecciosa, porque es un deber social hacerse cargo de quienes no son capaces de valerse por sí mismos o han sufrido un contagio no buscado. Pero este hombre mordido por la serpiente de cascabel no era un niño (tenía 41 años, aunque 41 años equivalgan a 15 en la edad mental de nuestra época), y tampoco parecía ser un demente, aunque me pregunto qué persona en su sano juicio podría aventurarse a vivir con una serpiente de cascabel en su propia casa.

Ya va siendo hora de que alguien se atreva a decir que la asistencia social debe tener unos límites marcados por la responsabilidad de cada uno. Estamos acostumbrados a que nos lo den todo hecho, a trabajar poco y mal, a tener un empleo público que dure toda una vida y a que nadie nos pida cuentas por los errores que cometemos. Y encima no soportamos que nos digan que esta forma de vida es insostenible. Pues lo es. Y si queremos salir algún día de la crisis, lo primero que hay que hacer es recordarle a la gente que no puede vivir con una serpiente de cascabel en el cuarto de baño, y luego ir corriendo a pedir socorro porque la serpiente le ha dado un mordisco en el culo. Para salir de la crisis, lo más importante es recuperar la cordura. Luego, ya veremos.

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