hoja de ruta

Ignacio Martínez

El síndrome de Asterix

LA segunda reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera de la era Rajoy ha sido menos de guante blanco que la primera. De aquella salió Aguayo encantada con el trato de Montoro, exquisito en comparación con la eléctrica vicepresidenta Salgado, y el propio ministro tan contento de haberse conocido que una periodista le dijo que lo veía eufórico. Ayer no fue una reunión de amigos. Y los que no son de obediencia debida, o sea muy poquitos, mostraron su desacuerdo profundo con la pretensión del Gobierno de que sean las autonomías las que hagan el ajuste duro en sus cuentas. Por ejemplo, el catalán Mas-Colell calificó la propuesta gubernamental de caricatura. Los que son de obediencia debida callaron, como es natural, pero la procesión se la llevaron por dentro a casa.

Es curioso que a todos los gobiernos centrales les dé por lo mismo. A éste y al anterior, de signo contrario, se les ha ocurrido la brillante idea de que el ajuste de las autonomías sea el triple que el de la Administración General del Estado. De tal manera que aunque el déficit sea menor en las autonomías que en Gobierno central, son las regiones las que están hundiendo el país. Esto lo explica muy bien Griñán. Y estoy de acuerdo con él, pero no le oí el mismo argumento cuando aun estaban vivitos y coleando Zapatero, Salgado y demás compañeros mártires. Es verdad que tres cuartas partes del presupuesto de una comunidad autónoma va a sanidad, educación y servicios sociales. Pero queda un cuarto de donde reducir. Y esto no debería ser un juego de la gallinita ciega. Estamos en vísperas de un recorte brutal del gasto público y no nos hemos puesto de acuerdo sobre qué parte del Estado de bienestar es inviolable. Se supone que sanidad, educación, pensiones y desempleo son intocables, pero nadie lo dice. Pero de algún lado habrá que recortar. Tanto el Gobierno como el PSOE harían bien en decirnos de dónde recortarían y qué preservarían. ¿Mantendrían el coste de diputaciones, televisiones locales y regionales, universidad en cada provincia, ayuntamientos con plantillas infladas, administración paralela en todas las autonomías, etcétera, etcétera? En vez de la demagogia de que unos quieren privatizar y que los otros son unos corruptos, los atribulados ciudadanos andaluces merecen alguna explicación precisa sobre los planes propios de cada uno.

Por los demás, ayer Aguayo se quedó sola contra el recorte a las autonomías, porque Cataluña y Canarias, los otros disidentes, optaron por una prudente abstención. Es un anticipo de lo que nos espera si, contra pronóstico, el PSOE se mantiene en el poder después del 25 de marzo con la ayuda de IU. El síndrome de Asterix. Sólo que en vez de por romanos, Aguayo estaba rodeada de consejeros azules. Calladitos, pero sufriendo en silencio lo que les espera. A ellos también.

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