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Juan Ruesga Navarro

El sueño de Salvador Távora

SÍ. Salvador Távora tuvo el sueño de abrir un teatro en su barrio del Cerro del Águila y he tenido la suerte de vivir a su lado cómo ese sueño se convirtió en realidad. Muchas mañanas y tardes, en la nave que tenía la compañía de Teatro La Cuadra en el Polígono Navisa, acompañados por Lilyane Drillon, Salvador me mostraba una libreta en la que con letra apretada estaba escrito todo y hablaba entusiasmado sobre el proyecto. El teléfono sonaba. La agenda se apretaba con actuaciones, giras y todo tipo de actos. La actividad era contagiosa. Fuimos dando forma a la idea y luego buscando emplazamientos. Primero un solar al final del barrio, cruzando Su Eminencia. La antigua térmica de la antigua factoría de Hytasa, para ver las mil y unas posibilidades del edificio. Paralelamente exploramos las opciones de un recinto singular para espectáculos en los que el toro bravo fuera el principal protagonista. Hasta que surgió la opción de una pequeña nave en el mismo recinto de Hytasa. Cuando fui con ellos por primera vez a la nave donde íbamos a instalar el teatro, los ojos de Salvador brillaban. En una nave como aquella, el niño Salvador fue aprendiz mecánico. El círculo se cerraba. Después de recorrer el mundo con sus espectáculos. De recoger todo tipo de reconocimientos de las artes escénicas. De figurar en los manuales más prestigiosos del teatro del siglo XX. De tener la satisfacción del aprecio de su barrio, que rotulaba con su nombre y el de sus espectáculos las calles de los terrenos donde soñó ser torero, cantaor, dramaturgo, artista andaluz. Después de todo eso, Salvador me confiaba su verdad: quería abrir un teatro en su barrio para poder mostrar a todos su trabajo, y qué mejor lugar que aquellas naves. Mi aportación y la de mi equipo de trabajo era sencilla y a la vez delicada. Acondicionar el espacio lo más fiel posible a la idea del dramaturgo y construirlo con sencillez formal y autenticidad. Allí se podía ensayar, trabajar y crear. Y una vez listo el espectáculo, invitar al público. Cuando se inauguró, el lugar era eficaz, sonaba bien, el público estaba próximo a los artistas. Salvador, en un pequeño despacho, saludaba a todos y estaba pendiente de todo.

Eran días de un salto adelante del teatro en Sevilla. Otras ciudades nos tomaban como modelo. Entre muchos se preparó un documento que fue aprobado por unanimidad por el pleno municipal. Confiados en la estabilidad que ofrecía el apoyo institucional, Salvador y otros se comprometieron con esta ciudad. Las asociaciones del Cerro, en el Salón Colón del Ayuntamiento, hicieron presente su orgullo por el trabajo de Salvador y La Cuadra y su agradecimiento por el empeño en abrir un teatro en el barrio. Aquel barrio más allá del Tamarguillo, en el que sus padres y abuelos trabajaron en las obras de la Exposición de 1929 y después en la factoría de Hytasa.

Ahora son tiempos más oscuros. Todo está cercado por sombras, pero el apoyo de las gentes de su barrio y de otros muchos dará nueva forma al sueño de Salvador Távora: que su barrio tenga y mantenga un local para la cultura.

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