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josé / aguilar

El torero condenado

DOS años y medio de cárcel le han echado al torero José Ortega Cano por sendos delitos de homicidio con imprudencia grave y contra la seguridad vial. Causó la muerte de Carlos Parra, un hombre de 38 años que se cruzó malhadadamente en su camino una noche de mayo de 2011, cuando conducía su todoterreno muy por encima de la velocidad permitida. La condena implica su ingreso en prisión, aunque el fallo será recurrido por el reo y por la familia del fallecido.

Partamos de la base de que la ley es igual para todos y no ha de aplicarse jamás en función de las personas afectadas. Ortega Cano no puede ser tratado penalmente por ser quien es: un famoso torero retirado, viudo de Rocío Jurado y habitual, hasta hace poco, del mundo del cotilleo nacional. Ni para bien ni para mal. Ni para exonerarle de culpa por su condición de personaje folclórico, rico y mediático, ni para volcar en su sentencia todo el resentimiento social que acompaña entre nosotros a los ángeles caídos.

La sentencia puede parecer benigna (la Fiscalía solicitaba cuatro años), pero parte de una argumentación irrefutable, que tiene que ver con las pruebas de la conducta delictiva. La tasa de alcoholemia en la sangre triplicaba el máximo legal autorizado, según el análisis del Instituto Nacional de Toxicología. El problema es que no se respetó la cadena de custodia de este material probatorio, y eso ha llevado a la juez a anularlo, ya que de esta manera no se puede acreditar oficialmente que las muestras que llegaron al Instituto son las que se tomaron a Ortega Cano al ingresar en el hospital tras el accidente. Tampoco hubo en el juicio unanimidad entre los testigos sobre la embriaguez o sobriedad del acusado. La Justicia funciona así, y es así como debe funcionar: si existen dudas, se resuelve a favor del reo. Muchos culpables han sido absueltos gracias a esta máxima, aunque sería peor que un inocente fuera condenado con pruebas insuficientes o ilícitamente obtenidas.

Un problema distinto es que el sistema penal español resulta particularmente benévolo con los conductores temerarios que ponen en peligro las vidas ajenas. Dos años y medio por provocar una muerte y destrozar una familia a mí me parece poco (a alguien que te amenace con un cuchillo y te quite la cartera sin herirte seguro que le cae menos cárcel). Un portavoz de la asociación de víctimas lo ha dicho: matar en carretera es barato.

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