Fragmentos

Juan Ruesga Navarro

La vida moderna

HACE unos días tuve necesidad de consultar un periódico local de principios del siglo XX. Me dirigí a la Hemeroteca Municipal, que está instalada en los Antiguos Juzgados de la calle Almirante Apodaca. Subí a la primera planta y en un mostrador me preguntaron que necesitaba. Les dije el día, mes y año del periódico El Liberal que quería. "Rellene usted esta ficha, mientras se lo traigo". No había terminado, cuando la funcionaria apareció con una pequeña caja de cartón de color rojo. "En esta caja están microfilmados los números de todo el mes que me ha pedido. Acompáñeme". Fuimos hacia un testero al fondo de la amplia sala de lectura, en el que estaban situadas unas seis u ocho máquinas de lectura de microfilms. "¿Sabe usted montar el rollo y manejarla?" Asentí. "Aquí tiene un impreso para pedir fotocopias de la páginas que usted desee". Gracias, le dije, y me puse a visionar los periódicos. No había pasado media hora y ya había leído los artículos que buscaba. Y dije para mí con cierta satisfacción: "La vida moderna".

Y que esto pueda ocurrir con cierta normalidad, ¿cuánto vale? Muchas veces hemos tenido los españoles ciertos complejos de que nuestro país no funciona. Y es lógico que lo pensemos porque ha sido verdad y porque nos lo han repetido hasta la saciedad. Pero el funcionamiento de las instituciones básicas en este momento es más que razonable. La sanidad y la enseñanza universal. Un sistema de comunicaciones por carretera que cubre el país. Servicios metropolitanos en superficie y subterráneos. Trenes eficaces y puntuales. Un servicio de Correos rápido, ordenado y moderno. Todo esto y mucho más que podemos disfrutar de forma natural tiene un costo y para eso y otras cosas, pagamos nuestros impuestos. Pensemos por un momento en la receta electrónica que disponemos en Andalucía. Los servicios de cita previa para una gran cantidad de trámites. Nos hemos acostumbrado a disponer de todo ello con la misma sencillez con la que sale agua del grifo y tan fácil como se enciende la lámpara de nuestra habitación al darle al interruptor. Por cierto, si hemos sido capaces de hacer que funcione casi todo, ¿por qué tenemos la sensación de que la justicia no tiene los medios que necesita para ser más rápida y por lo tanto más justa?

Como comentaba al inicio, pensemos en los cientos de servicios de hemerotecas, bibliotecas, archivos, filmotecas, fonotecas, fondos de empresas e instituciones y documentación varia a lo largo y ancho de todo el país. Conservados y cuidados por profesionales que ponen en ello un gran celo vocacional. Con dos finalidades básicas: una, conservar los testimonios de nuestra historia y cultura y otra, ponerlos a disposición del estudio y conocimiento de las generaciones posteriores. Sabemos que están allí, para cuando alguien los necesite. Por eso hay que vigilar que nuestro estado no se desmonte en los servicios esenciales. Por eso hay que vigilar las prioridades. Por eso hay que evitar los despilfarros y corruptelas. Porque necesitamos que el Estado moderno que hemos ido construyendo entre todos siga funcionando.

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