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Carlos Colón

¡Que viene el fascio-lobo!

ZARRÍAS, del que ni sus más íntimos amigos pueden decir que sea heredero del PSOE de Iglesias y Besteiro, ha "lamentado" que la extrema derecha, y no Mariano Rajoy, esté mandando cada vez "con mayor intensidad" en el PP. Marcelino Iglesias ha expresado la "preocupación" de "toda la Ejecutiva" del PSOE "por la postura extrema del PP"; explicándola porque España es "el único país de la UE que no tiene partido de extrema derecha", por lo que los populares "tienen que hacer un discurso dirigido a esas posturas". Zapatero ha alertado sobre la "extrema radicalización" del discurso del PP. Esta es la consigna para intentar recuperar el terreno perdido, taponar las vías de agua abiertas por la incompetencia agravada por la soberbia y disimular los cuatro millones de parados que pueden convertirse en cinco.

Ni lamentan, ni se sienten preocupados, ni alertan con cauta responsabilidad sobre una posible conversión del PP en un partido de extrema derecha; por la simple razón de que saben que es mentira. Y lo saben con ese privilegiado conocimiento sobre la mentira que tiene quien la inventa y la propaga. Como saben que la única forma que tienen de ganar las elecciones es pintarle a la derecha democrática bigotitos hitlerianos o franquistas, vestirla con camisas caquis o azules, ponerla a hacer el paso de la oca y asimilarla al auge de los partidos populistas y fascistoides europeos. Necesitan inventarse un enemigo terrible -racista, xenófobo, clasista, autoritario- para movilizar a sus desencantados votantes. Y lo están haciendo.

Desde hace años Zapatero está escenificando una comedia republicana en la que él reparte los papeles: el PSOE es la legalidad republicana que representa la racionalidad y el progreso; y el PP es la derecha golpista, caciquil, cavernícola, clerical, fascistoide, señoritil, latifundista y opresora. Todo es mentira -teatro, puro teatro-, pero la calculada activación emocional, no crítica ni rigurosa, de la llamada memoria histórica pone un telón de fondo que puede dar credibilidad a las medias verdades que pretenden traer a la España de 2011 la de 1936. Una estrategia peligrosa, basada en la administración de la crispación y el enfrentamiento, que convierte al contrincante político en enemigo, al partido de la oposición en una marioneta movida por ultraderechistas y a sus 10.278.010 votantes (elecciones generales de 2008) en fascistas emboscados tras las siglas de un partido democrático.

De hacer caso a los voceros de las consignas del PSOE, la España de hoy sería la de 1936, la Italia de 1922 o la Alemania de 1933. Y todos sabemos que, afortunadamente, no es así.

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