Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

#vuelvebelen

REPICAN las campanas porque la portavoz del precariado se ha amasado el colágeno, se ha depurado de algunos de sus excesos y se ha recubierto en el Jordán de los retiros de una pátina purificadora, de una textura cordial, mansa, conciliadora, que le puede durar unos días. O un par de horas. Volverá a las andadas en cuanto coja confianza. Vuelve a desahuciarse a sí misma.

De los creadores de Andreíta cómete el pollo y Por mi hija ma-to, que se jalearon durante varias temporadas, llega Por mi cara bonita, una quirúrgica secuela de La triste princesa de Vulgaria, y que ahora emociona con arpegios de Adele. O eso se cree alguien de Telecinco. Tiene narices la cosa. Y pómulos.

La cadena de AR se ha llevado unos días anunciando que #vuelvebelen, el hashtag del hartazgo de este viernes, para alertar de las intenciones de eses rostro avanzado por, clin, clin, exclusiva y para adelantarnos algunos de los temas de los que pretende vivir la emperatriz de San Blas en los próximos meses: toxinas, nueva ruptura sentimental, otros reportajes de esos que dan bostezo y reconciliaciones con Kikos y Milas para que JJ tire y afloje de la cuerda. Vuelve Belén, pero entenderán que a unos 36 millones de españoles les importe bien poco, frente a los 4 millones a los que Telecinco venderá toda esa publicidad que durante unos días ha pendido de unos hilos. Parece que la princesa mueve mucho, pero la retocada rubia se combustiona a ritmo coreano. Va y viene, como incensario de las esencias tomateras. Pendulea con un tufo insípido que va dejando a la parroquia cada vez más indiferente. Se consume.

Vuelve Belén y Rajoy, Mas y Merkel es como si respiraran aliviados. Ya hay de quién hablar aunque no nos falten temas de conversación más opíparos a estas alturas. Vuelve Belén, pero es como si nunca se hubiera ido. Y si se va, tampoco pasa nada.

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