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La delicada salud del Cristo del Museo

  • En la restauración de 1991 no se pudieron invertir muchas de las actuaciones llevadas a cabo en 1978 por Peláez · El Crucificado vuelve a presentar un aspecto muy ennegrecido

Una preocupación más que justificada. La junta de gobierno de la Hermandad del Museo está decidida a realizar un estudio profundo y completo sobre el estado de conservación del Cristo de la Expiración. La imagen, como sucediera en los años 90, se ha ido oscureciendo paulatinamente hasta alcanzar una negrura que ha llamado la atención de los hermanos y de los propios profesionales del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), que realizaron en enero un primer análisis en la capilla. Las peculiares características del Crucificado, realizado en pasta de madera, llevan a extremar las precauciones. Hay mucha preocupación también por los efectos causados en el interior de la talla por la restauración poco ortodoxa realizada por Peláez del Espino en los 70 y que, en gran parte, fueron la causa del ennegrecimiento anterior, según se recoge en el informe de la última restauración que llevaron a cabo en el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales (ICRBC) de Madrid.

La junta de gobierno quiere aplicar la máxima "más vale prevenir que lamentar" y, aunque los hermanos no mostraron el respaldo suficiente para trasladar el Cristo al IAPH para efectuar ese estudio completo, se están buscando otras maneras de hacerlo para disipar las dudas y actuar con prontitud ante cualquier problema. Diario de Sevilla ha tenido acceso al informe sobre la última restauración llevada a cabo en el ICRBC de Madrid por los restauradores Raimundo Cruz Solís, Isabel Poza Villacañas y Cristóbal López Romero. En sus 50 páginas, en las que se incluyen dictámenes físicos y químicos, se detalla el delicado proceso llevado a cabo y cómo la intervención de Peláez, tanto en el interior como en el exterior, tuvo mucho que ver con el estado del Cristo. Unos problemas que podrían haberse reproducido ahora, ya que el informe explica que los procesos llevados a cabo en 1978 eran en gran parte "irreversibles".

Se da la circunstancia de que la actuación de la hermandad es calcada a la de los años 90. El documento del Ministerio de Cultura así lo recoge: "En principio, el problema acuciante que esta imagen presentaba se refería al progresivo oscurecimiento que venía sufriendo en su policromía, llegando al extremo de un ennegrecimiento generalizado. Esto alarmó a la hermandad titular que, en consecuencia, se dirigió a la Consejería de Cultura de la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía solicitando una inspección técnica que emitiese un informe acerca del estado de conservación de la escultura". Cultura, al no existir aún el IAPH, requirió la colaboración del ICRBC, que envío a sus técnicos para observar el problema in situ, en junio de 1989. El 28 de noviembre del mismo año, se emitió una primera estimación. El 26 de abril de 1990, el Cristo de la Expiración fue depositado en el ICRBC para su restauración.

En las catas realizadas durante la intervención se descubrió que la imagen presentaba hasta 5 capas pictóricas. Una exterior ennegrecida, "resultante de la mezcla de suciedad superficial con la capa de protección final que debió aplicarse en la anterior restauración". Una capa parda muy generalizada, "correspondiente a la carnación del último repinte". Una carnación de tono tostado, con presencia de sangre. Una de tono claro, "identificable con un primer repinte". Y una capa de carnación más clara que la anterior, "de aspecto plano, correspondiente a la policromía original". Se decidió llegar hasta el tercer estrato, "por su calidad cromática y por ser la única que se conserva suficientemente generalizada".

El primero de los problemas lo encontraron los restauradores cuando iniciaron la limpieza y comprobaron que los disolventes habituales no funcionaban. Al realizar nuevos análisis saltó la sorpresa: "Se puso de manifiesto que el repinte efectuado en la última intervención se componía de materiales muy poco ortodoxos, pues ha podido determinarse el empleo de acetato de polivinilo (cola blanca) mezclado con una carga de tierras bituminosas". Esto había ocasionado una "plastificación". Para su eliminación tuvieron que recurrir al bisturí.

Conforme fueron avanzando en el tratamiento -continúa el informe- se puso de manifiesto la presencia de "numerosas alteraciones que afectaban a la propia estructura de la obra y que habían quedado disimuladas bajo la espesa y uniforme capa ennegrecida". Aquí está una de las claves que explican la preocupación que existe en la hermandad 21 años después. Los restauradores del ICRBC (Raimundo Cruz Solís, Isabel Poza y Cristóbal López) aseguran que "éstas eran las manifestaciones externas derivadas del tratamiento interno al que se había sometido la imagen en la ya aludida intervención anterior y que consistió en consolidarla con poliéster pretendiendo, al parecer, fortalecer así su materia constitutiva ante la debilidad de que adolecía". Peláez había rellenado el Cristo con este plástico que se habría desbordado emergiendo hacia el exterior, "de una manera caótica".

Este plastificado es "irreversible", por lo que no pudo ser eliminado en su totalidad. Además produjo un "endurecimiento generalizado de la escultura" y un aumento considerable del peso. El poliéster ocasionó "complicados relieves que deforman notablemente el modelado". Los técnicos también señalan que, además de estas deformaciones, "hay que tener en cuenta las sufridas por la pasta de papel constituyente de la obra al ser rellenada, dadas las propias características de un material tan peculiar". Peláez también introdujo números elementos metálicos, como una percha cruciforme entre los antebrazos y el pecho, y la cabeza y la zona lumbar; una banda rodeando la zona de las caderas, varillas metálicas en muslos, manos y muñecas. "También se observa la presencia de multitud de grapas dispersas por todo el interior y trozos de alambre enrrollados, cuyo fin debió ser ayudar a la fijación del poliéster". De todos estos elementos metálicos, los únicos eliminados fueron los de la muñeca del brazo izquierdo.

Las conclusiones de los informes químicos y físicos son apabullantes. Desvelan una posible alteración en la composición de la pasta por la restauración de 1978. Que la oscuridad estaba ocasionada "por el film de plástico". Que los materiales plásticos empleados en la consolidación, relleno de huecos y recubrimiento son "completamente inadecuados". Que el poliéster "no ha podido ser retirado de la escultura totalmente". O que el acetato de polivinilo "es totalmente desaconsejable como recubrimiento impermeabilizante".

La intención de la junta de gobierno ahora es saber cómo están funcionando todos estos elementos y compuestos que siguen en el interior de la obra y si el problema de 1991 se ha vuelto a reproducir o, simplemente, se trata de una oxidación de los barnices o una suciedad superficial. Los técnicos recomiendan una revisión de la policromía cada 10 años, y hace más del doble de la última intervención.

Los restauradores del IAPH, en su primer informe, instaron al traslado a la Cartuja para estudiar la estructura portante introducida en los 70; ver qué sucede con la estructura corpórea (pasta de madera); y analizar el estado de la policromía.

La experiencia anterior aconseja este estudio en profundidad. Los hermanos del Museo tienen la palabra.

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