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Carbón de fogonero, tono de guardaagujas

  • Raíles. A mediados de los cincuenta, la Renfe construyó junto al tren que unía San Jerónimo con la Barqueta 17 bloques de viviendas para ferroviarios. El gremio al que pertenecían los primeros pobladores, un vecindario que se ha diversificado.

Parte exterior de la barriada de la Renfe, la que da a Perafán de Ribera, con la torre de los Perdigones al fondo.

Parte exterior de la barriada de la Renfe, la que da a Perafán de Ribera, con la torre de los Perdigones al fondo. / reportaje gráfico: víctor rodríguez

Miguel Álvarez viaja todos los días en Talgo y Salvador Navea en Taf. Talgo son las iniciales del Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol, un ingenio de 1942; Taf, de Tren Automotor Fiat, empresa española, fabricación italiana, que entró por primera vez por la frontera de Portbou el 23 de abril de 1952.

Las calles Talgo y Taf están en el corazón de la barriada de la Renfe, levantada por la empresa de los ferrocarriles españoles a mediados de los 50 para alojar a sus trabajadores. Perpendicular a esas dos vías coquetas, interiores, está la calle Ter (iniciales de un Tren Español Rápido, precedente del AVE que empezó a circular en 1965).

La barriada no tiene colegio pero cuenta con guardería y centros de la Universidad

Salvador y Miguel son hijos y hermanos de ferroviarios. El primero nació en Brenes en 1955, tercero de los diez hijos de un egabrense que fue primero fogonero de los trenes de carbón. "Yo no quiero Renfe ni en pintura, sólo me gusta viajar", dice Salvador, uno de los tres hijos del fogonero que después se hizo maquinista que sigue viviendo en el barrio, donde también ocupan sendas viviendas sus hermanos Fali, maquinista, y Virtudes, que compró el piso familiar donde se alojó cuando volvió de Barcelona.

Eugenio Álvarez, 91 años, cordobés de Posadas, es el decano de los ferroviarios que residen en el barrio de la Renfe. Trabajó de guardaagujas en la caseta de La Única junto a Torneo por donde pasaba el tren que unía San Jerónimo, la Barqueta y la estación de Plaza de Armas. En esa caseta están ahora los estudios de Radiópolis. Dos hijos del fogonero nacieron en Las Cabezas de San Juan, Eugenio y Francisco. Miguel, en Lebrija. Un hermano y un sobrino trabajan de maquinistas en Ciudad Real. "El último viaje que hice en tren fue a la boda de mi sobrino", dice quien llegó al barrio de la Renfe con 14 años "y con 15 empecé de camarero en La Norte Andaluza".

Son 17 bloques con ocho vecinos por bloque. La cuenta de las 144 familias la hace Salvador, que nunca fue ferroviario, trabajó en la Mutua de Accidentes de Trabajo, y que es dos veces presidente: de la Asociación de Vecinos Barqueta-Renfe y de la Intercomunidad. "Este barrio está considerado privado por Urbanismo, lo cual tiene sus inconvenientes. Sólo tenemos derecho a iluminación y a un poco de limpieza. Lo demás corre por cuenta de la comunidad". Por eso llevan años sin organizar la cruz de mayo. Un vecino se encarga de las tareas de mantenimiento y de regar el barrio con agua de un pozo en el centro de la comunidad.

La cita inicial es en el bar Los Clarines, calle Maimónides, nombre árabe como los de Avenzoar y Abacusis, que también rodean a los vecinos que viajan todos los días en Talgo, Taf, Ter y Ferrobús. El cuadrado lo completa Perafán de Ribera, donde está el albergue que origina, en palabras de los representantes vecinales, "el 95% de los problemas". "Todo el plus que generó la Universidad, la Expo y los servicios de la zona se anulan con eso, con los problemas de inseguridad y de suciedad que genera".

Sede de la asociación vecinal, dentro del recinto vallado del barrio. Sede de la asociación vecinal, dentro del recinto vallado del barrio.

Sede de la asociación vecinal, dentro del recinto vallado del barrio.

El barrio no tiene colegio, pero tiene guardería, El Nido de los Perdigones, y Universidad. Un campus que fue creciendo, una monografía de estudios sanitarios: Odontología, Podología, Enfermería. Fue esta última facultad la que le dio a los vecinos un susto que todavía no han olvidado. Fue el 27 de junio de 2010. "A las tres de la mañana nos desalojaron los bomberos. En mi casa mi esposa se hace cargo de dos inválidos, mi padre y yo", cuenta Miguel. Conchi nació en Sevilla, pero se crió con sus abuelos en Marinaleda, el pueblo de sus padres, "hasta que hice la primera comunión". Una grúa se desplomó sobre un lateral de los pisos de la segunda fase del barrio, los más modernos. Una semana después se casaba la hija de Salvador "y la idea era que saliera vestida de novia del piso", cuenta su padre. No pudo ser, pero la directora del distrito les facilitó una visita privada al Alcázar. A los vecinos los compensaron con una semana en el hotel Macarena y un año de alquiler hasta que les devolvieron las llaves y los pisos.

El lunes fueron de funeral. Se murió el futbolista del barrio, Chico, estrella del Escalerillas. Conchi, la mujer de Miguel, lleva en el móvil una foto del filial sevillista: Herrera; Chico, Grande, Salvador, Suárez: Francisco, José Luis, Rogelio; Gervasio, Boro y Codesal. Un finalista de la Eurocopa del 84. Miguel y Conchi tienen cuatro hijos. La mayor nació en la calle Palomas, recoveco de Faustino Álvarez, los otros tres en el barrio de la Renfe. Ayer vieron el derbi divididos. "Los niños son sevillistas y las niñas béticas".

Junto a la calle Antonio Buero Vallejo, el dramaturgo que escribió Historia de una escalera, pasa la vida cotidiana de 17 bloques de tres pisos sin ascensor. La calle del autor teatral era una fábrica de hierro. Al fondo, campo y vaquerías. El entorno eran cañaverales, barriada La Forestal y el muro de la vergüenza que se abrió con la Expo. Salvador se casó en 1978 y se fue a vivir a Alcosa. Allí nacieron sus hijos "pero yo necesitaba volver". La novia del susto y del Alcázar le ha dado dos nietas, Adriana y Blanca. Abuelo, ven en tren.

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