Teatro

Las varias vidas de Pablo Béjar

  • El intérprete, formado en el teatro clásico, se incorpora a la 'Jauría' que dirige Miguel del Arco.

  • Es uno de los protagonistas de 'Brigada Costa del Sol'

El actor andaluz Pablo Béjar.

El actor andaluz Pablo Béjar. / Belén Vargas

Pablo Béjar (Sevilla, 1989) pertenece a ese selecto y afortunado grupo de intérpretes que pueden probarse y crecer en proyectos desafiantes. En los últimos años, el actor ha colaborado con algunos de los directores más prestigiosos de la escena española -Alfredo Sanzol, Yayo Cáceres, Pepa Gamboa o Helena Pimenta-, y ahora el intérprete suma a esa nómina otro nombre destacado, el de Miguel del Arco.

Porque Béjar se mide ahora en una obra incómoda y valiente, Jauría, la producción de Teatro Kamikaze que recrea el juicio a los violadores de La Manada. El actor se suma -junto con otro andaluz, el onubense Javier Mora- al equipo de este montaje, con el que emprenderá una gira que tiene sus primeras fechas previstas a mediados de agosto en el Festival Internacional de Artes Escenicas (Fidae) de Montevideo y que continuará en España durante el otoño.

"Estoy entusiasmado con el hecho de que alguien como Del Arco cuente conmigo", señala Béjar sobre un director que "sabe llevar al actor al límite de sus posibilidades, pero en el proceso te acompaña, es muy generoso", apunta sobre su experiencia en los ensayos.

Un fotograma de 'Brigada Costa del Sol'. Un fotograma de 'Brigada Costa del Sol'.

Un fotograma de 'Brigada Costa del Sol'.

Su selección para Jauría confirma el buen momento de este intérprete licenciado por la Resad de Madrid y curtido en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, un rostro que en las últimas semanas asoma por la pequeña pantalla gracias a la serie Brigada Costa del Sol. Aunque Béjar había participado brevemente en propuestas audiovisuales como La catedral del mar, con este nuevo proyecto ha entrado "en la televisión de lleno, con un personaje fijo, que empieza de un modo y acaba de otro, que va evolucionando a lo largo de la historia. Encontrar algo así, y que sea en una producción de Mediaset y Warner Bros en la que participa Netflix, lo que garantiza que se va a ver, es una enorme fortuna", admite.

"El Chino es un superviviente, un salvaje que tiene un corazón enorme", dice sobre su papel. "Al principio es un raterillo que se gana la vida con el contrabando. Es la España del 77, cuando la democracia está arrancando y también empieza a llegar la droga a las costas de Málaga, y, en uno de sus robos, el Chino se topará con el hachís y se dará cuenta de lo que genera vender eso. Y entonces su ambición crece", resume.

Uno de los aspectos que destaca Béjar de su personaje es la complicidad que encuentra con Bruno López (Hugo Silva). "Uno es traficante y el otro es policía, pero ambos tienen una energía muy parecida", opina. Con Silva, y con el resto del equipo, "el artístico y el técnico", ha sentido una suerte de hermandad tras nueve meses de grabación. "Pensé que nos llevaríamos bien, pero no esperaba que hiciéramos tanta piña, que nos uniéramos tanto", indica.

"Un actor teatral enriquece la televisión. Pero debe tener claro en qué espacio está"

Béjar sostiene que un intérprete formado en el teatro "enriquece" una ficción televisiva. "Pero debes tener muy claro en qué espacio estás. En el teatro tienes tu cuerpo muy presente, te expresas de una forma para llenar el escenario, y en la tele tienes que canalizar la energía, has de ser mucho más concreto", argumenta. El sevillano aspira a compaginar "cine, televisión y teatro, estar a tres bandas. Admiro a esos actores ingleses a los que puedes ver en series de Netflix o HBO pero que actúan en los grandes teatros, gente como Benedict Cumberbatch, Tom Hiddleston o ese icono que es Ian McKellen, que tiene una carrera impresionante con la Royal Shakespeare Company. Profesionales que se formaron en el teatro, que es lo que me tocó a mí", afirma.

El currículum de Béjar, de hecho, abruma: es una sucesión de aventuras tan estimulantes como impredecibles. Tras su paso por la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, de cuya cuarta promoción formó parte y con la que se embarcó en los montajes de La villana de Getafe y Fuente Ovejuna, desde la institución siguieron contando con él para el ciclo 3 jóvenes y clásicos 3, que se programó en la sala Tirso de Molina de Madrid y que indagaba en los nuevos modos de llevar a escena el patrimonio teatral.

Gracias a esta iniciativa, por ejemplo, Béjar encarnó a Laurencio en La dama boba de Lope de Vega y estuvo a las órdenes de Alfredo Sanzol. "Es un director maravilloso", valora. "Potencia mucho la creatividad de los actores, pero desde un lugar muy bonito, muy sano, en el que no impone nada: va viendo cómo trabajas y con eso va tejiendo".

Pablo Béjar. Pablo Béjar.

Pablo Béjar. / Belén Vargas

Después vendrían Los empeños de una casa, codirigida por Pepa Gamboa y Yayo Cáceres y en versión de Antonio Álamo. "Antonio hizo una lectura muy punki, estupenda, y fue muy emocionante descubrir que había mucha gente a la que le gustaba Sor Juana Inés de la Cruz, que nos agradecía que la recuperáramos", recuerda.

Otro "experimento precioso" que completaría la lista de los 3 Jóvenes y clásicos 3 sería El banquete, que reunía a "una mezcla de actores más consagrados como Lola Baldrich, Gonzalo de Castro y Manuela Velasco con intérpretes que salíamos de la Joven como Jimmy Castro, Aleix Melé y yo. Nosotros invitábamos al público a cerrar los ojos y a imaginar; contábamos historias y pasábamos por los grandes autores del teatro español, del teatro europeo... Shakespeare, Molière, Calderón. Yo pude dar vida a Hamlet, al Burlador o a Romeo".

Béjar, que también actuó esta primavera en Metálica, de Íñigo Guardamino, una producción del Centro Dramático Nacional sobre la "deshumanización que está provocando la tecnología", cree que su formación en el Centro de Estudios Escénicos de Andalucía le permite ahora encarar los retos más diversos: "En esos dos años teníamos a un maestro diferente cada mes. Respiré y bebí de distintas maneras de hacer teatro. Eso me dio una facilidad para trabajar con cualquier director que igual no tiene alguien que se ha pasado cuatro años aprendiendo con la misma persona. Por allí pasaron, entre otros, José Carlos Plaza, Carlos Hipólito, Alicia Hermida, Carlos Álvarez-Novoa, Will Keen... Yo estuve en la Resad, pero", concluye, "la formación de la que me siento más orgulloso es la que tuve aquí, en Andalucía".

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