artes escénicas

Sueños cumplidos al ritmo del verso

  • Los andaluces Paula Iwasaki y Pablo Béjar, protagonistas de la reciente 'Fuente Ovejuna' de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, estrenarán pronto la serie 'La Catedral del Mar'

Los jóvenes intérpretes Paula Iwasaki y Pablo Béjar, fotografiados en una visita a su ciudad natal, Sevilla.

Los jóvenes intérpretes Paula Iwasaki y Pablo Béjar, fotografiados en una visita a su ciudad natal, Sevilla. / diego caballos

Hasta ahora, la Fuente Ovejuna de Lope de Vega se releía como un símbolo de la dignidad del pueblo, ese que se alzaba contra el opresor, pero la reciente versión de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico dirigida por Javier Hernández-Simón y escrita por Alberto Conejero apunta en otra dirección: cuestiona "si realmente todos iban a una y no miraban por sí mismos", sostiene la actriz Paula Iwasaki, que encarna a Laurencia en este montaje que se programó entre mayo y junio en el Teatro de la Comedia de Madrid y ha girado en estas últimas semanas por el Centro Niemeyer de Avilés y los festivales de Cáceres, Olmedo y Almagro. Para la intérprete, la revisión de la obra "habla principalmente del miedo y de la cobardía, pero no juzga a los personajes, los muestra más humanos. Aquí Laurencia no es la heroína, la líder de una revolución. Ella sabe que las mujeres de la clase más humilde han sido vejadas, pero hasta que no vive en sus propias carnes el horror, hasta que no le pasa a ella, la hija del alcalde, no da el golpe sobre la mesa".

Esta adaptación novedosa del drama de Lope -que entre otras singularidades, además, contaba la historia desde una mirada coral, manteniendo al reparto en escena durante la hora y media de representación- ha sido el último sueño cumplido de dos actores sevillanos, Iwasaki y Pablo Béjar, que en la obra da vida a un Frondoso, el esposo de Laurencia, también humanizado y lleno de temores "a pesar de que en algún momento saque la ballesta", declara el intérprete.

Como tantos compañeros, ambos han luchado "muchísimo" para abrirse paso en su profesión. La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, ese proyecto con el que soñó Marsillach y que impulsaron Eduardo Vasco y más tarde Helena Pimenta, se antojaba un destino codiciado para dos estudiantes de la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD) de Madrid, pero entrar en la cantera de la CNTC no fue precisamente fácil, como revela Béjar. "Cuando nos presentamos, nada menos que unas 1.000 personas enviamos el currículum. A los que superamos la primera criba nos citaron a unas audiciones en las que nos teníamos que preparar una escena dramática y otra cómica, ambas en verso", recuerda el actor. Tras "un curso de formación y selección", donde se abordaban disciplinas como el verso, la expresión corporal o el canto, Iwasaki y Béjar fueron elegidos para el primer espectáculo que harían con La Joven, La villana de Getafe. "Encontrar hoy un proyecto que te permite dos años de formación y de trabajo es un privilegio que hemos vivido con una alegría constante", confiesa Iwasaki. Entre las muchas lecciones aprendidas en este tiempo, fueron venciendo los desafíos que supone el verso. "Hay que hacer fácil lo difícil: se trata de eso. Para que el público disfrute y entienda el mensaje", asegura Béjar. "El verso es como un corsé", añade Iwasaki, "al principio incomoda y casi te impide respirar, pero cuando te habitúas te das cuenta de que te estiliza [ríe]. Comprendes que estos autores enormes, Calderón, Lope, Tirso, utilizaban la técnica para ayudar al actor; a menudo el texto te da la pista del ritmo que debes imprimir a la escena".

Además de entrar en La Joven, Iwasaki identifica otro golpe de suerte en su trayectoria, su encuentro con el dramaturgo José Sanchis Sinisterra. Para una prueba de clase en la RESAD, la actriz y un compañero, Guillermo Serrano, tuvieron que prepararse una larga escena de ¡Ay, Carmela!, "y nos enamoramos de tal manera del texto que decidimos montar una compañía, Caramba Teatro, sólo para poder interpretar la obra". Como Carmela y Paulino, los protagonistas de esta tragicomedia, fueron dando tumbos e interpretando a sus personajes por los escenarios más diversos. Hasta que a una función en Belchite asistió el autor. "Hubo un entendimiento maravilloso entre nosotros. Se involucró en los bolos que siguieron, y un día nos llamó para decir que había escrito una obra pensando en nosotros", rememora la sevillana sobre una pieza, El lugar donde rezan las putas, que se estrenará en 2018 en el Teatro Español.

Béjar, entretanto, también compagina sus incursiones en el clásico con montajes de autores actuales. A principios de este año interpretó en el María Guerrero una producción del Centro Dramático Nacional, #malditos16, una propuesta escrita por Fernando J. López que ha conmovido especialmente al intérprete. "Era difícil distanciarse de un material que habla de algo tan doloroso como el suicidio adolescente. Un actor advierte cuándo conecta con el público, y esta vez no se oía ni una tos. Los chavales nos daban las gracias por hablar de ellos. Que el teatro tenga esa repercusión es sencillamente emocionante", valora.

Tanto Iwasaki como Béjar coincidirán próximamente en otra aventura, "pero hasta septiembre que se anuncie la temporada del Teatro de la Comedia no podemos contar nada", se reservan. Pronto, además, se estrenará La catedral del mar, la serie que adapta la novela de Ildefonso Falcones y en la que los actores participan. "Que vengan directores de casting al teatro y te digan que puedes hacer también televisión o cine es esperanzador", celebra Béjar. Como concluye Iwasaki, al fin y al cabo, "lo importante es contar una historia con honestidad, da igual si es en el escenario o una pantalla".

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