Análisis

Juan Ruesga Navarro

Hasta los topes

Debemos administrar, no un acontecimiento, sino un estado permanente de llegada de visitantes

Dicen que la expresión "lleno hasta los topes" tiene origen marinero, de cuando las barcas venían llenas de pescado o mercancías. Yo pensaba que era una expresión más local, de andar por casa, de cuando los tranvías de los años cincuenta iban llenos hasta el estribo y hasta en los topes se sentaban viajeros. Pero dejemos el por qué y digamos que Sevilla este fin de semana largo ha estado así: "llena hasta los topes".

Parece que el trabajo de difusión y publicidad y de promoción de viajes ha surtido efecto. Colas de varias horas para visitar nuestros monumentos. Hoteles llenos. Parece que el bolsillo de muchos españoles se recupera. Movimiento económico para muchos. Y como decía aquí mismo hace unas semanas, no puede ser una mala noticia que la ciudad esté llena de visitantes. Y además nos acercamos a una ciudad con múltiples actividades en programación. Exposiciones de primer nivel: varias importantes de Murillo y una muy buena de Adriano. Varios teatros ya estables y con programación habitual. Los tablaos flamencos de todo tipo con artistas de nivel. Recitales de música de todo tipo. ¿Se imaginan además la Fábrica de Artillería en pleno funcionamiento? ¿Y las Atarazanas abiertas? ¿Y el nuevo auditorio de la Cartuja (sí, ese que construyó la SGAE) a punto de abrirse con programación musical de primer nivel? No falta mucho. Y el Mercado de la Puerta de la Carne restaurado y abierto con oferta de ocio y cultura, como nos anuncian. Y la colección Bellver en el palacio de la calle Fabiola, el que hace frente a la calle Mateos Gago. Y sigan sumando la múltiple oferta de locales de gestión privada por toda la ciudad.

Creo que debe llenarnos de satisfacción y también de preocupación. Porque ahora debemos saber administrar, no el acontecimiento singular aunque sea del tamaño de la Expo 92, que en el fondo es lo sencillo, sino un estado permanente de llegada de visitantes y su apetencia por conocer nuestra ciudad misma y toda su oferta cultural y de ocio. Claro que todo esto despierta división de opiniones entre los sevillanos. La verdad es que no es novedad. Las bullas nos gustan, pero si las organizamos nosotros, dicen algunos. O si nos tocan la fibra sensible de nuestro narcisismo. Como cuando se retransmitió a toda España la boda de la Infanta. ¡Qué noche de vísperas, recorriéndolo todo! Y la mañana desde temprano acudiendo a los sitios y casas de amistades donde hubiera un balcón para ver pasar el cortejo. Y los televisores encendidos, para comprobar si lo estaban dando bien. Y para no perder los detalles de la vestimenta de novios e invitados.

Pero, ¿no le tocaba a usted a hablar hoy de la iluminación navideña?. No, porque es meterse en un lío de opiniones encontradas. Aunque así de golpe, diré que de día son normalitas. Y de noche las lucecitas alegran. ¿A quién no? Pero sí les diré que tengo la sensación de que lo que en Málaga llama la atención por espectacular (¿han visto el alumbrado de la calle Larios de este año?) hecho en Sevilla sería motivo de gran discusión y hasta de algo más. Veamos bien nuestra imagen en el espejo. Así somos.

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