Análisis

Juan Ruesga Navarro

Las lágrimas de Juan Talavera

Como ya se ha publicado en este periódico, la Comisión Provincial del Patrimonio ha aprobado la retirada del azulejo con el escudo de España franquista, en aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, que está en la fachada del edificio de la Escuela de Magisterio y Práctica Aneja de la calle Recaredo, obra del arquitecto sevillano Juan Talavera y Heredia (1880-1960). La ley es la ley y aplíquese. Pero la ley dice que se retiren dichos símbolos y elementos. Supongo que se retirará todo el mural de cerámica completo con el escudo de España, el escudo de Sevilla, el rótulo y los azulejos de fondo amarillo y adornos florales. Y se retirará para su conservación como pieza cerámica tradicional trianera que es.

No conozco la fecha exacta de la instalación de la cerámica que comentamos, ni en qué taller y horno trianero se coció, pero es evidente que no pertenece a la inauguración del edificio. Porque el edificio fue construido como grupo escolar entre los años 1929 y 1932 por Juan Talavera, como he dicho. Dicho grupo escolar se llamó en su inauguración Primo de Rivera, posteriormente Giner de los Ríos, después Escuela de Magisterio, más tarde Virgen de la Esperanza y en la actualidad CEIP Jardines del Valle. Parece que ha sido siempre de uso escolar y que así sea por tiempo. Es muy posible que el rótulo que ahora se ha dictaminado retirar fuera colocado en los años 40 por el propio Juan Talavera, que en aquellos años era arquitecto municipal y trabajaba en el edificio del Mercado de Entradores (1947), donde también se instaló un escudo de España, que en este caso sabemos que era de los talleres de Ramos Rejano y que en el último arreglo de hace pocos años fue tapado. Si recuerdan, el Ayuntamiento concluyó que en tanto se estudiaba mejor el origen de la pieza se cubriera con un material aislante protector y se pintara como el resto de la fachada. Y se siguió adelante. La solución adoptada ha permitido cumplir la ley y evitar la destrucción del retablo cerámico. Quizás la misma solución provisional pudiera adoptarse en el edificio de la calle Recaredo, hasta que se documenten y estudien ambas piezas y se retiren y guarden.

No son los únicos edificios y plazas de Juan Talavera que han sido afectados por cambios y demoliciones. El Colegio de los Escolapios de la Plaza de Ponce de León, donde pasó sus últimos años, con toda la obra que su ingenio y mano entregó a Sevilla en aquel edificio, fue vendido y derribada. El corazón del edificio era el Patio de la Virgen. Escenario de tantos momentos de nuestras vidas, con sus rotundos pilares blancos y los inolvidables tondos cerámicos, amarillos, verdes y azules como en el mural que hay que retirar.

Talavera aspiraba a plasmar en sus casas y plazas el espíritu del modernismo, que sueña con los momentos felices pasados, donde aún existían seguridades: la niñez lejana, los paraísos perdidos, los jardines cerrados y ordenados; añoranzas de un mundo que se fue. Si hablamos de la memoria quizás deberíamos recordar a los artífices de la Sevilla que admiramos. Porque si lo ignoramos todo, nada vale nada.

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