Análisis

Manuel J. Marchena Gómez (Catedrático de la Universidad de Sevilla)

Con la venia de su señoría (Alaya)

Mal que le pese al ínclito Guardiola, estamos en un Estado de Derecho, la justicia existe en España, pese a alguna malformación justiciera, y además se ejerce la libertad de expresión y crítica plenamente. Quiero ejercer este derecho al respecto de la instrucción por la funcionaria pública, su señoría Alaya, de los suelos de Mercasevilla. Obviamente,con todos mis respetos a la referida instructora, y además en solo cuatrocientas palabras.

La instrucción de su señoría ha sido plenamente inútil a los efectos de lo juzgado, como acredita la sentencia: unos rotundos también 400 folios. Todos los juzgados han quedado absueltos. Otros lo fuimos antes, mejor exculpados si se dice así, por la acusación pública (fiscales) y de los particulares. Pero estuve imputado cinco años, cinco, y no pude ser rey mago en Sevilla. Accidentes de la vida. Pese a que el primer día que salió publicado en un medio de derecha de la ciudad que estaba siendo señalado por su señoría, me presenté disparado en su despacho para ponerme a su disposición, sin ser recibido.

Sin embargo, la improductiva -siempre refiriéndome a la sentencia- instrucción de su Señoría ha tenido varios efectos colaterales, que con toda seguridad no fueron deseados por la mentada instructora. A saber, supuso un juicio sumarísimo a la gestión del alcalde Monteseirín, que, por cierto, todos los llamados escándalos de su largo periodo de Alcaldía se van cayendo uno tras otro en los tribunales. Por otro lado, coadyuvo de forma siempre indirecta con la luego maltrecha mayoría absoluta de Zoido, que utilizó la acusación particular de manera torticera. Engordó el filibusterismo de los medios de comunicación de la derecha(¿Verdad que saben a lo que me refiero?). Además, si se me permite, la doctrina Alaya en esta instrucción ha abierto una crisis de los concursos públicos, todos bajo sospecha, y ha generado una parálisis administrativa, ya que lo único admisible sería la subasta. Por otra parte, destruyó la posibilidad de resucitar Mercasevilla a través del traslado y recalificacion de suelos, tal cual Cruzcampo o Abengoa. Más bien ha destruido Mercasevilla para siempre. Deseo de todo corazón que no ocurra lo mismo con el Betis. Y supuso la quiebra de hacienda, honor, salud y familia de una importante empresa andaluza, quince servidores públicos como su señoría y otros ciudadanos del sector privado. Daños estos que parecen irreparables, aunque yo estoy preguntando a mis letrados si cabe reparación por los ocho años de instrucción de un concurso público del 2006. Por otro lado, con los máximos respetos para su señoría, nos trató no como investigados/imputados sino como delincuentes condenados; pero ni convictos ni confesos. Creo recordar, han sido tantos y tanto años, que también en esta instrucción se cambió frenéticamente de la confianza en la Policía Nacional a la de la UCO, pero de ello no me atrevo a ejercer la libertad de expresión, sencillamente por miedo y porque no me da la gana tener más recuerdo de la cosa instruida.

Desde luego, la ineficiente instrucción para la justicia de este caso, como avala la justa sentencia, aunque sí eficaz para los efectos colaterales más arriba comentados, insisto, nunca queridos por su señoría instructora, ha sido un despropósito en los hechos indiciarios (anda que no hemos aprendido nada en nueve años de calvario) nunca probados. Como tengo 400 palabras como 400 páginas de sentencia que les sugiero lean con calma, terminaré con una obviedad. Nos encontramos en un estado de derecho y la justicia existe, por ello la tantas veces mencionada sentencia de los suelos de Mercasevilla, es por supuesto recurrible.

No sé si el otrora juez decano de Sevilla -qué lastima la demolición de una gran biblioteca Publica Universitaria en el Prado- y ahora ministro de la Policía y la Guardia Civil está pensando recurrirla, a través de terceros, creo que él ya no puede directamente porque desistió de su acusación particular, cuando observó que no había nada reprochable penalmente y ya era alcalde. Sin acritud, soy corredor de fondo y maratoniano.

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