MÁS de seis millones y medio de andaluces han sido llamados a votar durante la jornada de hoy para elegir a los diputados del Parlamento Europeo. Son una parte fundamental del cuerpo electoral que habrá de decidir los 54 eurodiputados que corresponden a España en una cámara de 751. La composición del Europarlamento va a ser decisiva para la designación del nuevo presidente de la Comisión Europea, la aprobación de los presupuestos comunitarios y la puesta en marcha de las políticas sectoriales que tanto influyen en la vida de los andaluces. La campaña electoral no ha ayudado precisamente a debatir acerca de las grandes cuestiones de la Europa de los 28 (crisis, unión fiscal, inmigración, política exterior y de defensa, envejecimiento...) ni ha conseguido, por tanto, convencer a los andaluces de la importancia de estos comicios para su presente y su futuro. La incapacidad de los candidatos, que han centrado sus mensajes en asuntos domésticos y polémicas menores, no invita a sacar a la ciudadanía de una cierta abulia que suele traducirse en desestimiento y abstención. Pero las elecciones son trascendentales. Un simple repaso a las materias en juego en Europa, anteriormente citadas, lo refrendaría. Hay más motivos. Desde el ingreso de España en la Comunidad Europea, luego Unión, en 1986, Andalucía ha recibido aportaciones por un importe total de 54.000 millones de euros, que han supuesto mejoras innegables en infraestructuras, empleo, medio ambiente, agricultura y otros capítulos de su economía y su bienestar. El PIB andaluz ha subido varios puntos porcentuales gracias a las inyecciones de la Europa rica. En Bruselas y Estrasburgo, las sedes de los poderes ejecutivo y legislativo de la Unión Europea, hace falta la presencia activa de diputados y funcionarios que velen y trabajen por los intereses andaluces. Volver la espalda a la UE sería tanto como tirar piedras contra nuestro propio, y frágil, tejado. También Andalucía se juega mucho.