Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Bombillas

CUANDO leí la máxima de Miguel Sebastián, ministro de Industria, de que cada vez que "levantamos el pie del acelerador mejora la renta nacional" pensé que se refería a alguno de los pedales simbólicos de que dispone el centro de mandos del Gobierno. Pero no me cuadraba que las finanzas mejoraran levantando el pie alegórico de un pedal igualmente figurado, más bien sería al revés, pensé, así que quizá se refería a una de esas macromagnitudes económicas (ahorro familiar, consumo, exportación) cuyos pedales pisamos la totalidad de los españoles sin tener conciencia individual de estar manejando el automóvil del Estado. Lo que menos podía imaginar a bote pronto es que el acelerador a que se refería el aforismo de Sebastián era al mío; es decir, la humilde palanca de que va provisto mi automóvil y al hecho de que, según su interpretación, y sin mediar metáforas, cada vez que aflojaba la presión la renta nacional suspiraba de alivio.

Abandoné, pues, el pensamiento simbólico y me puse a leer con el literal el resto de las 31 medidas de que consta el plan de ahorro energético del Gobierno. Pero la tarea era difícil. Empezaba bien pero a la menor distracción mi mente transformaba por su cuenta los conceptos particulares en algo así como las ideas universales de Platón. Por ejemplo, con las bombillas. Cada vez que cambiamos una bombilla incandescente por una de bajo consumo, dice el ministro, mejoramos el PIB. Al comenzar la lectura, la bombilla era el característico globo de cristal que hay enroscado en el flexo, pero a medida que se acercaba al dominio sintáctico del PIB se convertía en otra menos grosera, en una especie de emblema incorpóreo de todas las bombillas, capaz de transformar las magnitudes económicas. Quizá con la intención de acabar con los malentendidos, el propio Gobierno ha decidido regalar a los españoles 49 millones de bombillas de verdad. Teniendo en cuenta que somos 46 millones tocamos a bombilla por habitante y sobran tres millones para reponer las que se fundan.

Dudo, sin embargo, que cuando recibamos la bombilla, viniendo de quien viene, le demos el mismo uso que a cualquiera de las otras que tenemos en la casa. Eso sí, como se nos ocurra desembalarla y comprobar si al enchufarla da luz o baja el PIB nos llevaremos el gran chasco. Mejor no usarla y que siga instalada en el mismo mundo intocable en el que habitan las ganancias de Botín, los altibajos de la Bolsa o las dimensiones que fijan el euríbor. Contrapesar la realidad con abstracciones alivia mucho.

Uno será pobre pero siempre tendrá la bombilla del PIB y el famoso grano de arena con que contribuir a las grandes causas perdidas.

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