Las dos orillas

josé Joaquín / león

Impopularidad en las urnas

TODOS los que han gobernado en el sur de Europa durante los últimos cinco años han pagado el peaje de la crisis en las urnas. Ha ocurrido, con matices y diferencias, en Grecia, en Portugal, en Italia y hasta en Francia. Cuanto más sensato y sumiso a Bruselas (y a la señora Merkel) pareciera el jefe de Gobierno, peor para él. Ahí quedó el caso de Monti en Italia. Si Samaras ha salvado los muebles en Grecia, es porque estaba por medio el dinero del rescate. En España, esa impopularidad la pagó Rubalcaba por gobernar con Zapatero, y la pagaría Rajoy si convocara elecciones anticipadas, como le pide Cayo Lara, con buen humor. Algunos dirán que la excepción es Andalucía, donde el PSOE gobierna desde hace más de 30 años y sigue. Aquí le pasaron la factura a Javier Arenas.

La crisis hace impopulares a los partidos que gobiernan. Beneficia a los que no gobiernan… hasta que gobiernen. Nadie dispone de fórmulas milagrosas. El pueblo de España con más paro es Espera (Cádiz), con alcalde de IU. Se dan condiciones óptimas para que aparezcan políticos pintorescos, grupúsculos al margen del sistema y para que se socaven los pilares de la democracia. En España, se escrachea a políticos electos para imponerles medidas a la fuerza; o se intenta asaltar el Congreso, la institución que representa la soberanía popular. En Italia, un parado se cree con derecho a tirotear policías en el juramento del nuevo Gobierno de Letta, que cuenta con amplio respaldo político.

Mientras están en juego los fundamentos, algunos partidos se miran el ombligo. Saben que la impopularidad tiene un precio en las urnas y esa es su gran preocupación. Griñán dice que hay que elegir bien al candidato del PSOE (lo que implícitamente supone que otras veces lo eligieron mal) "porque será el próximo presidente del Gobierno". En el PP algunos se ponen nerviosos, pero aún confían en la remontada de la crisis, para que Rajoy pase la eliminatoria de las próximas elecciones. A pesar de los alemanes, y a la heroica.

Todos hablan de pactar para salvar a España, pero a pocos interesa ese pacto. Sobre todo no interesa a quienes les importa su partido en primer lugar, las migajas de los votos. ¿Serían capaces de compartir la impopularidad y arriesgarse a pagarlo juntos en las urnas? ¿O quizá prefieren seguir con la oposición aparente, y pagarlo por separado? Esa es la encrucijada, cuando hasta la democracia se pone en duda.

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